Historias de las comunidades de Vega Baja: Los Naranjos, por Carlos M. Ayes Suárez (2010)

Carlos M. Ayes Suárez
Carlos M. Ayes Suárez

Carlos M. Ayes Suárez| Una Comunidad en Palafitos

 Publicaciones Educativas Vegabajeñas, Inc.  Carlos M. Ayes SuarezHistoria de Vega Baja  2 Ago 2013 3 minutos

(Este escrito apareció por primera vez en El Diario Vegabajeño en la edición del 19 de junio de 2010 y que hemos regresado a publicar por su vigencia. Ayes está realizando estudios en el presente sobre la historia de nuestros barrios).

Postcriptum: Carlos M. Ayes Suárez pasó por su transición recientemente en mayo de 2024.

Por Carlos M. Ayes Suárez

Luego de caminar hasta el cansancio a lo largo de una extensa furnia y agobiados
por los incesantes ataques de insaciables mages y mosquitos logramos divisar a distancia el legendario villorrio. El percatarnos de que hambrientas sanguijuelas podrían alimentarse con nuestra sangre nos llevó a interrumpir el descanso y a acelerar el paso interrumpido a lo largo de los matorrales paticerrados. Mientras más nos acercábamos al villorrio, más profundas eran las aguas. No empece a esto vadeábamos cada charco que encontrábamos con la esperanza de llegar a nuestro destino. Los árboles de cayures eran vestigios de antiguos caminos recorridos desde tiempos inmemoriales por los transeúntes. De repente estaba allí, frente a nosotros, el villorrio cuyos límites se confundían con la extensión de la ciénaga.

Nuestro arribo no pasaba inadvertido de los paisanos. Cientos de rostros negros se asomaban por ventanas, puertas y balcones de cada palafito del villorrio. El instinto de supervivencia del palenque evocaba los orígenes mismos de la comunidad de esclavos libertos que habían rescatado de manos de sus amos las peores tierras para vivir.

Después de vivir tantas privaciones sirviéndole a sus amos, ahora vivían las privaciones de su nueva condición social. ¡Estaban hartos hasta la saciedad de los antropólogos que se sucedían unos a otros tratando de entender su forma de vida! Pero habían vuelto en el momento en que todo se encontraba anegado y la pestilencia de las aguas del pantano sofocaban el villorrio.

Los viejos caminos se encontraban bajo agua y al pretender transitarlos se arriesgaban a caer de sus propias piernas por tropiezos inesperados. No había época más entretenida para los niños del villorrio. Los jueyes invadían sus palafitos y ya no tenían que ir a capturarlos para que sus madres les prepararan la comida, jueyes hervidos con guineítos hervidos o en salmorejo. Era también la oportunidad de venderlos a los transeúntes.

La curiosidad por conocerlos mejor nos invadía. Ya lo habíamos intentado hacia más de tres décadas atrás y las autoridades policíacas nos arrestaron y llevaron a sus cuarteles bajo alegadas sospechas de actos de subversión. Sabíamos que podíamos volver a confrontar problemas con las autoridades. Esta vez procuraríamos buscar la cooperación de los jefes del villorrio.

Conocimos a la familia de Inés; descendiente de los esclavos de uno de los mas importantes esclavistas de la provincia. En su palafito vivía con nueve hijos, una amiga con su hijo, su padre y uno de sus hermanos. Ninguno trabajaba como asalariado y apenas sobrevivían de chamba en chamba y con las limitadas ayudas que recibían del gobierno provincial. La extrema pobreza y la marginación en que vivían  no impedían para nada el que su afición a los caballos y a los gallos de pelea ocuparan gran parte de su tiempo. Eran fanáticos a la lúdica y a la política. Pero solo contaban con ellos para buscar su respaldo durante cada proceso electoral.

Se acercaba el atardecer y sabíamos que ya era hora de dar por terminado el trabajo. Mientras salíamos del villorrio dejábamos atrás un deteriorado letrero que rezaba: “Los Naranjos; la comunidad más olvidada de Vega Baja”, Siempre recordaríamos la hospitalidad de los naranjitos y esperábamos haber logrado nuestro objetivo de describir por primera vez una de las comunidades donde parecía que se había detenido el tiempo.

19 de junio de 2010.

palafito: Construcción que se alza en la orilla del mar, dentro de un lago o en terrenos anegables, sobre estacas o pies derechos (Real Academia Española)

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