Contrabando en el Sebuco entre los Siglos XVIII y XIX, por Dr. Carlos M. Ayes Suárez 

Por Dr. Carlos M. Ayes Suárez (1959-2024)

   En las postrimerías del Siglo XVIII, conocido como el Siglo de las Luces o de la Ilustración, los cimientos de la sociedad europea estaban siendo tambaleados por el torrente de nuevas ideas liberales propias del pensamiento Reformista Ilustrado. Con un reenfoque en las responsabilidades de la Monarquía Española para con sus súbditos, en lo que nos concierne de ultramar, esta requería de información sobre la situación general de sus posesiones americanas. A tales propósitos la solicitud de información sobre Puerto Rico, recayó sobre los hombros del Mariscal de Campo Don Alejandro O’Reilley, irlandés que se encontraba domiciliado en la Isla de Cuba.

     En el año de 1765, el comisionado llega a Puerto Rico con el propósito de obtener información sobre el sistema de defensa. Sin embargo, amplió su informe a diversos aspectos de la sociedad y de la economía de la Isla.[1] Aunque la situación que describe prevalecería en mayor o en menor grado hasta principios del Siglo XIX, este enlista varias recomendaciones en aspectos relacionados con la agricultura, el comercio y el sistema de rentas internas que serían atendidos paulatinamente.

     Tal vez, uno de los aspectos que más atención le presta este y subsiguientes autores dieciochescos, fue a las actividades económicas de subsistencia[2] y a la falta de actividades de libre comercio. La economía de subsistencia es considerada por los autores en su relación simbiótica con  el contrabando.[3]

     El naturalista francés Andrée Pierre Ledrú[4] observa muy atinadamente durante su visita a la Isla en 1797, que las actividades de contrabando solo las llevaban a cabo las poblaciones costeras de la Isla[5] y que las poblaciones del interior sobrevivían de los productos que ellos mismos producían. Sin embargo, puedo sugerir la posibilidad de que como parte de dicha actividad comercial ilícita, el movimiento de mercancías obtenidas mediante contrabando en la costa tuviese una ruta de comercio hacia el interior montañoso. (Contrabandistas-habitantes de la costa-habitantes del interior montañoso) Aunque el contrabando era proscrito, O’Reilley era de la opinión que el mismo había sido beneficioso para la Isla ante la realidad fiscal y administrativa de la misma.

     Y era que desde el Siglo XVI Puerto Rico había sido convertido en un presidio militar bajo el mando de una autoridad que ejercía tanto las prerrogativas de gobernador como de Alcaide de la guarnición del castillo de San Felipe del Morro bajo el nombre de Capitán General y durante los restantes años de dominio español en Puerto Rico, particularmente entre los Siglos XVI al XVIII, los recursos que se obtenían estaban destinados a sufragar los gastos de la administración militar. De hecho, durante dicho periodo  el enclave militar estuvo subvencionado por una asignación económica anual proveniente de México conocido como el Situado.[6] Dicha dependencia casi exclusiva en el suministro de recursos económicos desde el exterior cesaría en el 1810 como resultado de las luchas revolucionarias que iniciaron el proceso de independencia de las colonias americanas del Imperio Español.

     La escasez de recursos para atender las necesidades del país de extramuros fue creando una dicotomía entre San Juan y la Isla, que prevalecería por muchos años. La Isla presentaba una ausencia significativa de la infraestructura de caminos, puentes y puertos que distanciaban aún más a los habitantes del centro de poder capitalino.[7] Esto trajo como consecuencia una reorientación de las actividades de comercio de los lugareños costeros a los cuales les resultaba más beneficioso las actividades comerciales ilegales con extranjeros que atracaban en las costas que con los Capitalinos. Aunque para la segunda mitad del Siglo XVIII se experimenta un aumento en la población y en la fundación de nuevas poblaciones, la misma era predominantemente rural disgregada y las nuevas poblaciones solo contaban con una población fija integrada por religiosos. Pero tal parece que tanto la población rural como la urbana se beneficiaban de las actividades de contrabando ya que compartían el mismo aislamiento.    

      Resulta obvio que aunque todos los habitantes de la Isla, los del litoral y los del interior montañoso, se beneficiaban del contrabando el acceso a las mercancías era desigual; los habitantes del interior montañoso eran los menos beneficiados. Esto sugiere que era la clase propietaria estanciera y hacendada, la cual mantenía el control político y económico, la que se beneficiaba de forma directa del contrabando.[8] Por eso es que los contrabandistas atracaban libremente en las playas de la Isla sin mayores problemas con las autoridades.

     Me parece que las descripciones que nos presentan Don Alejandro O’Reilley, Fray Agustín Iñigo Abbad y Lasierra[9] y Andrée Pierre Ledrú[10] de las condiciones de vida de la población parecen referirse al sector de la población que habitaba más distante de la costa, física y económicamente y conformaría el embrión del campesinado puertorriqueño característico del Siglo XIX. Aunque ellos son muy precisos al describir las diferencias en las condiciones de vida de las diversas clases sociales.

     De hecho, para dicho periodo Fray Agustín Iñigo Abbad y Lasierra estimaba que los “agregados” y los “sin tierra”, es decir, el sector no propietario (15,000) representaba el 21.34 % de la población total de la Isla (70,260).[11]  Tal parece que el sector de los “agregados” representa una población flotante relacionada con al sector propietario (pequeño, mediano o grande) ya sea estanciero o hacendado. Mientras que el sector de los “sin tierra” representan un sector de la población montarás o campesina. Dicho sector parece haberse nutrido del significativo número de esclavos que estaban siendo coartados. Indistintamente de esto, la población era predominantemente mulata. Es de esperarse, entonces que los “agregados” se beneficiaran más del comercio de contrabando que los “sin tierra”.

El Contrabando de Sal y Otras Mercancías en el Sebuco a Finales del Siglo XVII.

     A finales del Siglo XVII se registran de forma imprecisa actividades de contrabando entre los vecinos de la Ribera del Sebuco y contrabandistas de banderas extranjeras. La población, aunque reducida y dispersa en la región desde el Siglo XVI, vivía además en las comarcas de Cerritos y Cabo Carigua en el lado occidental del valle del Río Cibuco. La región presentaba extensas marismas que desde los primeros años de la colonización habían sido aprovechadas como hatos para la crianza de cerdos.

     Durante la segunda mitad del Siglo XVII, hubo dos intervenciones con embarcaciones de contrabando en el Sebuco donde las autoridades encontraron “mercadurías” como parte de las cargas. Pese al hecho denunciado no se especificó qué tipo de embarcaciones eran ni el lugar de procedencia de las mismas. [12] Para dicho periodo se informa de que una embarcación de bandera portuguesa había desembarcado en el Sebuco y que se había encontrado sal como parte de la carga.[13]

   La intervención de las autoridades con los vecinos enfrascados en tratos ilícitos con los contrabandistas culminó con la condena a muerte en la horca de los campesinos y la confiscación de sus bienes. Sin embargo, ninguna de las condenas pudo ser impuesta debido a que éstos se habían fugado y eran gente desposeída. [14]   

Los Primeros Vecinos de la Ribera del Sebuco.

     Desde el Siglo XVI se registra el asentamiento en la región de personas dedicadas a diversas actividades agrícolas, pecuarias y mineras. La vida en comarca de los lugareños en 1645 se advierte en las instrucciones dadas a estos para asistir a misa mensualmente en la ermita de Doña Violante Ferrer localizada en la parte oriental del cauce bajo del Río del Toa (la Plata). Para dicho periodo los lugareños vivían dispersos en la Ribera del Sebuco y en las comarcas de Cerritos y Cabo Carigua.[15] Lo que conllevaba salvar dos pasos de río para poder llegar a la misma.

     Durante la primera mitad del Siglo XVIII, se observa un aumento en la población de la Ribera del Sebuco como resultado de un complejo proceso migratorio que culminaría con la fundación del Partido de la Vega. La geografía de la región y la escasez de población, sobre todo en el litoral marino, parecen haber favorecido el desarrollo de actividades comerciales proscritas pese a la relativa cercanía de la misma al centro político y administrativo de San Juan. Luego de los sucesos insurgentes de los vecinos de Ponce y San Germán relacionados con las actividades de contrabando,[16] uno de los involucrados, Domingo Negrón emigra a la Ribera del Sebuco con su familia y se dedica a la crianza de ganado en el Sitio del Algarrobo.[17] El mismo queda hacia el occidente de las comarcas de Cerritos y Cabo Carigua inmediatamente al sur de las extensas marismas de la laguna Tortuguero.

     Durante los años restantes del siglo el hato había alcanzado las 72 caballerías (14,400 cuerdas) y se empezó a conocer como el Hato de Pugnado. Su nieto, Manuel Negrón Maldonado, mantendría el criadero de ganado y una estancia hasta la fecha de su muerte cuando es demolido el hato.[18]

El Surgimiento de Nuevas Poblaciones en la Ribera.

     Ya para principios de la segunda mitad del Siglo XVIII, la Ribera del Sebuco comienza a conocerse como la Ribera de la Vega. Para dicho periodo los documentos de la época dan cuenta de que la aportación de dichos vecinos a la pesa anual representaba una importante aportación a la cuota impuesta al Partido de Manatí. De hecho, uno de las razones que incidieron en la demolición del Hato de Manatí Abajo fue el hecho de que los vecinos de la Ribera de la Vega habían expresado su intención de fundar un nuevo pueblo desmembrado del Partido de Manatí y lo mismo tendría un impacto negativo para que éstos pudieran cumplir con su cuota anual de la pesa. En dichos términos se expresa el Teniente á Guerra de Manatí, Don Joaquín Navedo Vega el 1 de septiembre de 1762. 

     “…que muchos de los referidos dueños [roto] de las reses, de abasto de su obligaon. [roto]pran de las estancias, á que se llega, el que [roto] dho. hato pencionado, y responsable á vario[roto][tri]butos, y para asegurar estos, y las cantidades que [roto][te]nemos en dho. hato, y por lo que cede en benef[icio][roto] aumento de aquel pueblo, y su vecindario y esp[eci]almente, en la estacion presste. Que con mando de [roto]blo pretende desmembrarse, de aquella parrochi[a] el vecindario de la Ribera de la vega, que passa de cien vecinos; hemos determinado, [roto] la contribucion de la pessa annual [roto] convertir las tierras del referido hato [roto][estan]cias de labor, por ser mas utiles, y beneficiosas [roto] republica, y a mi, y mis causantes, redimiéndonos de los experimentados quebrantos, para [roto] por seguridad de los tributos…”[19]

     Pocos años después, el 24 de diciembre de1768, Don Francisco López, Alcalde Ordinario de la Ciudad de Puerto Rico, se traslada al pueblo de Manatí comisionado por el Gobernador y Capitán General Don José Tentor para llevar a cabo el deslinde entre dicho pueblo y la Ribera de la Vega. En presencia del Teniente á Guerra de Manatí y del Apoderado de los vecinos de la Ribera de la Vega, llevan a cabo el deslinde midiendo la distancia entre las iglesias de ambas poblaciones y estableciendo la demarcación en el punto medio.[20]

     Aunque ya desde 1773, los vecinos de la Ribera de la Vega habían construido una iglesia como parte de los requisitos para fundar el pueblo,[21] no fue hasta el 19 de junio de 1775 que se oficializa la fundación del mismo.[22] Aunque trece años antes se informa de que la ribera era habitada por unos 100 vecinos, al momento de la fundación del pueblo se da cuenta de que el mismo era habitado por 219 vecinos y 1,011 almas.

     Aunque los vecinos del nuevo Partido de la Vega habían construido una iglesia como parte de sus preparativos para la fundación del pueblo, confrontaron un álgido conflicto con varias de las familias de la región en cuanto al lugar donde establecer la Ayudantía de Parroquia.[23] Pese al hecho de que habían logrado la separación del Partido de Manatí, seguían dependiendo de la Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria y San Matías Apóstol en lo concerniente a los asuntos religiosos. Resulta obvio que las familias que se oponían vivían lo suficientemente distantes de ambas iglesias como para reclamar que fuera su propia iglesia la reconocida como Ayudantía de Parroquia.

          Durante dicho periodo los vecinos de la región comprendida entre los pueblos de la Vega y Manatí habían construido su propia iglesia a orillas del Camino Real entre ambos pueblos en el punto de colindancia de ambos partidos. El 1 de febrero de 1794, el obispo Francisco de la Cuerda y García promueve las dos iglesias de Espinoza y de El Naranjal como “parroquias” independientes de la Iglesia de la Virgen de la Candelaria y San Matías Apóstol de Manatí. [24] Es como parte de dicha iniciativa que las autoridades eclesiásticas promueven una nueva demarcación para la nueva parroquia de la Villa del Naranjal.[25]

Los Vecinos de la Villa del Naranjal Organizan sus Milicias Urbanas.

     Desde el 18 de abril de 1779, mediante una Real Orden, se había aprobado la fundación del pueblo de La Vega.[26] Sin embargo, tal parece que diversos factores no permitieron la implementación de las instrucciones. Pese a esto, Don Manuel Negrón Maldonado es nombrado Teniente á Guerra. Tal y como se desprende de una Capellanía otorgada ante él, el 1 de diciembre de 1779 por la viuda Feliciana Martin en la Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria y San Matías.[27] El hecho de que se hace mención de que el beneficiario y propietario sería el Capellán Don Juan Eusebio [roto] y en su defecto el Padre cura que se desempeñara en la Iglesia de la Villa del Naranjal, evidencia la existencia de una iglesia en la nueva población. También permite trazar a dicho periodo la advocación de la demandante a la Virgen del Rosario.

     Aunque el documento a que hemos hecho referencia identifica a Manuel Negrón Maldonado como Teniente á Guerra del Partido de la Vega, el hecho de que Francisco de los Olivos, Alcalde Ordinario del Partido de la Vega, recabara de él su ayuda enviándole “…un hombre qe. le sirva de ordenanza pa. los asuntos de justicia…”[28] y este le expresara al Gobernador y Capitán General su disgusto mediante comunicación del 18 de enero de 1782,[29] pone de manifiesto el hecho de que no sólo Manuel Negrón Maldonado estaba al mando de las Milicias Urbanas[30] si no que su compañía no se encontraba destacada en el pueblo sede del partido.

     Para el 12 de octubre de 1784, Rafael García Pagán, con-cuñado de Manuel Negrón Maldonado,[31] ocupaba el rango de Sargento Mayor de las Milicias Urbanas. Aunque desconocemos el nombre de los restantes oficiales, podemos inferir que ya para esa fecha existía una compañía de milicianos integrada, al menos, por 100 vecinos.[32] El Brigadier Ramón de Castro, Gobernador Intendente y Capitán General, da cuenta de que el dia 21 de abril de 1797 “Entraron en la plaza 530 hombres de las compañías urbanas de los partidos de Toa Alta, Vega Baja y Manatí.” Dicha Compañía de Milicias Urbanas había participado activamente en la defensa de la Capital durante el ataque británico iniciado el 17 de abril de 1797.”[33]  Durante la defensa de la Capital las Milicias Urbanas de Vega Baja no sufrieron ninguna baja.[34]

     Cuando se llevó a cabo la revista de las Milicias Urbanas el 25 de julio de 1817, en Vega Baja existían tres Compañías de Milicias Urbanas.[35] Entre las tres compañías sumaban un total de 319 hombres. En la Tercera Compañía existía un Batallón integrado por ocho Morenos. Las tres compañías estaban equipadas de espadas, sables, machetes y escopetas. Al momento de llevar a cabo la revista de los milicianos, existían 33 jubilados de 60 años o más.[36] Entre los jubilados cabe la posibilidad de que se encuentren algunos de los milicianos que participaron en la defensa de la Capital durante el ataque británico iniciado el 17 de abril de 1797.

El Contrabando en la Boca del Río Cibuco y el Puerto de Tortuguero.

     Una de las prerrogativas de los Tenientes á Guerra era destacar milicianos no solamente en la cárcel pública sino en la costa para prevenir las fugas de esclavos y las actividades de contrabando. El día 20 de abril de 1782, Manuel Negrón Maldonado, Teniente á Guerra de la Villa del Naranjal le informa al Gobernador y Capitán General de actividades de contrabando de yaguas en la Boca del Río Cibuco.[37] Cinco días antes le informaba la primera autoridad militar de la Villa del Naranjal al Gobernador y Capitán General que no había podido cumplir con la remesa de 100 caballos de yaguas que le había solicitado y que en su defecto le enviaba 40 con el compromiso de enviarles las restantes 60 cargas durante los días inmediatos.

      En un esfuerzo por cumplir con lo convenido le embarga 12 caballos de yaguas al moreno Domingo Antonio. Este ya había recibido dinero de parte de un indio de la “Ciudad” de nombre Matías por 20 caballos de yaguas. El mismo llegó a su encuentro en una piragua a la Boca del Sebuco. Alegó el moreno Domingo Antonio que ante la situación que encaraba por la confiscación de su carga y los pormenores de su negocio con el indio Matías, quien tampoco tenía licencia para encontrarse en el lugar, decide ir a la casa del Teniente á Guerra a discutir el asunto con él. Sin embargo, no lo encontró y al regresar a la Boca del Sebuco ya el indio Matías se había ido llevándose la carga de yaguas.[38]

     Por las implicaciones que tenían los incidentes, el Teniente á Guerra decide enviar al moreno Domingo Antonio ante el Gobernador y Capitán General para que le identificara al indio Matías y procedieran a su arresto y formulación de cargos correspondientes. El suceso descrito no permitió que Manuel Negrón Maldonado pudiera cumplir con el compromiso que había contraído de completar la carga de 60 caballos de yaguas para enviárselas al Gobernador y Capitán General. El incidente evidencia cómo los contrabandistas aprovechaban el desolado litoral marino para sus tratos comerciales ilícitos.

     De hecho, en el Puerto de Tortuguero, localizado inmediatamente al oriente de la Boca del Sebuco, el día 17 de junio de 1791, el Bergantín de Corso Nuestra Señora del Rosario junto a la lancha Begoña interceptó la balandra El Panderito de bandera extranjera. Sin embargo, durante su intervención no encontraron ni gente ni carga a bordo. La misma fue decomisada por 285 pesos.[39] Al día siguiente, el mismo Bergantín y lancha interceptan otra balandra en el Puerto de Tortuguero con una carga de 245 arrobas de tabaco boliche. Tanto la carga como la balandra fueron decomisadas por 226 pesos 1 real y 155 pesos 30 maravedís, respectivamente.[40]

La Leyenda del Guarico.

     En la edición de 1940, de la “Revista Anclas” del Círculo Cultural Renovación, se publicó una interesante leyenda sobre el acto de heroísmo de Antonio Maysonet del sector de Guarico quien dirigió a un grupo de campesinos del sector en ocasión del desembarco de tropas enemigas por el litoral costero de Vega Baja logrando su derrota.[41]El relato legendario ubica el heroico acontecimiento durante el periodo colonial español en el Cerro Guarico. Ciertamente que el dicho cerro es el de mayor elevación del área y que desde la cima del mismo se obtiene una vista panorámica de todo el litoral marino manatieño y vegabajeño.

     Si algo llama la atención es el hecho de que el relato es muy específico al identificar a un hombre de nombre Antonio Maysonet como el dirigente de la resistencia campesina. Resulta de gran relevancia el hecho de que el moreno que fue timado por el Matías, el indio contrabandista, es identificado por el Teniente á Guerra Manuel Negrón Maldonado el 20 de abril de 1782 con el nombre de Domingo Antonio sin ofrecernos el apellido del mismo. La libertad de movimiento del moreno Domingo Antonio sugiere la posibilidad de que se trataba de un moreno libre. En dicha comunicación se especifica que la actividad de contrabando sucedió en la Boca del Sebuco localizada al oriente del Cerro Guarico.

     El día 1 de enero de 1815, se registra en la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario la defunción de un individuo de 120 años de edad de nombre Domingo Antonio Maizone hijo natural de Clara María Maisone y esposo de Juana de la Candelaria.[42] El mismo tuvo un entierro cantado en el Tercer Tramo del Cementerio. Pese al hecho de que no se hace mención del nombre de su padre, sabemos a través del acta de defunción del 5 de enero de 1813 de una hermana suya de 60 años de nombre Ysabel, que su padre era Francisco.[43]

     El hecho de que su hermana naciera en o alrededor de 1753, nos sugiere el hecho de que la edad que se informa de Domingo Antonio Maisone el dia de su muerte, es sencillamente imposible pues este estaría naciendo en o alrededor de 1695. Lo que significa que su madre Clara María Maisone estaría pariendo a su hermana cuando éste tenía 58 años. Pese al hecho de las discrepancias discutidas, lo cierto es que se trata de morenos libres que vivían en la región al menos durante la segunda mitad del Siglo XVIII. Lo que nos sugiere que Domingo Antonio Maisone pudo haber sido el mismo individuo dedicado a la venta de yaguas al que se refiere el Teniente á Guerra Manuel Negrón Maldonado.

     Aunque el legendario personaje es identificado como Antonio Maysonet, podría tratarse del moreno Domingo Antonio. La evidencia apunta al hecho de que el apellido de Domingo Antonio era Maisone o Maysonet. Por lo tanto parece ser que el “Heroe del Guarico” en efecto existió y que se trataba de un moreno libre de dicho sector.

Puertos, Receptorías y Aduanas.

     Mediante la Real Orden del 17 de febrero de 1804, se aprobó la habilitación de los Puertos Menores de Fajardo, Ponce, Cabo Rojo, Mayagüez y Aguadilla.[44] A tales propósitos el 29 de mayo de 1806, se comisionó al Teniente Coronel y Sargento Mayor de Brigada del Real Cuerpo de Ingenieros Don Ignacio Mascaró. Sin embargo, al poco tiempo, el 10 de julio de 1809 el Gobernador Toribio Montes ordenó el cierre de los puertos menores después de recibir una Orden de la Junta Central y del Primer Consejo de Regencia.

     El día 28 de noviembre de 1811, cuando se crea la Intendencia de Puerto Rico, se reabren los Puertos Menores en cuestión.[45] De hecho, el 13 de marzo de 1813, los Puertos Menores son igualados en categoría al Puerto General de San Juan. En 1819 se crearon las Receptorías Subalternas de Arecibo, Guayanilla, Peñuelas, Salinas de Coamo, Patillas, Humacao, Naguabo y Luquillo. Posteriormente, en 1822 es creada la Receptoría Subalterna de Manatí.[46] Pero la misma fue suprimida en 1825 y reunida a la Aduana de la Capital.[47] Junto a la Aduana del poblado de Arroyo de Guayama, para el 1815 se crearon 14 Aduanas más.

     Para el 30 de octubre de 1839, existían el Puerto General de San Juan; los Puertos de Primera Clase de Mayagüez y Ponce; los de Segunda Clase de Guayama, Aguadilla y Naguabo; y los de Tercera Clase de Fajardo, Humacao, Salinas, Guayama, Cabo Rojo y Arecibo. El 6 de diciembre de 1844, el Puerto de Tercera Clase de Cabo Rojo quedó cerrado.

     Aunque la Receptoría Subalterna de Tortuguero fue suprimida en 1825, tal parece que la misma estuvo operando hasta 1849, cuando el mismo es clasifica como uno de Tercera Clase lo que lo obligaba a trasbordar a través de otras Aduanas.[48] Durante los años de 1822 y 1825 se registró un significativo movimiento comercial con Saint Thomas y otros puertos de la Isla.[49] Resulta de gran relevancia el hecho de que fuera el tabaco el artículo principal de exportación a Saint Thomas desde Tortuguero[50] toda vez que fue precisamente el contrabando de tabaco una de las actividades proscritas descubiertas en dicho puerto el 18 de junio de 1791. Ya para el 1878 existía un puerto en el barrio Palmas Altas de Manatí.[51]

El Comercio con Inglaterra a través del Puerto de Saint Thomas.

     Mediante una Circular del 25 de octubre de 1831, se regulaba el comercio de “efectos” procedentes de Saint Thomas solamente a través de los Puertos de San Juan, Mayagüez, Ponce y Guayama.[52] La limitación excluía, entre muchos otros puertos, al Puerto de Tercera Clase de Arecibo. Hasta esa fecha tal parece que los 12 puertos habilitados de la Isla se estaban beneficiando de dicha actividad comercial.

     Para el 1830, existía un comercio activo con los Estados Unidos de América, Inglaterra, Francia, Alemania, Bremen, Hamburgo, Holanda, Dinamarca, Cerdeña y Suecia.[53] Una parte significativa de dicho comercio se llevaba a cabo a través del Puerto Libre de Saint Thomas. Para dicha fecha el comercio con Inglaterra iba en aumento. Pese a esto gran parte de los productos británicos se obtenían del comercio con Saint Thomas.[54] Los ingleses buscaban en la Isla café, azúcar y ganado para suplir sus colonias e introducía telas de algodón, “Irish linen”, ferretería y cerámica (earthenware), entre otras cosas.[55]

Los Avances Tecnológicos en la Fabricación de la Cerámica Inglesa.

     En 1834 observa George Dawson Flinter que entre los productos que exportaban los ingleses al Caribe, principalmente a través del Puerto Libre de Saint Thomas, era la cerámica. Aunque ya para ese periodo los alfareros tanto ingleses como del resto del continente europeo habían logrado alcanzar un gran desarrollo tecnológico en la fabricación de cerámica, dicho proceso se inicia con la producción de loza semirefinada crema en Meissen en el año de 1710. La invención de la loza semirefinada crema surge como resultado de un intento de los alfareros europeos por imitar la porcelana oriental. La cual había tomado auge entre los años de 1680 y 1749.[56] La producción de loza semirefinada crema se extiende entre los años de 1762 y 1820.[57]

     Pero fue el alfarero Enoch Booth quien mediante el añadido de caliza de grano muy fino al caolín mejoraría la calidad de la loza semirefinada crema. La experimentación continuaría en busca de mejorar la pasta hasta que el alfarero Josiah Wedgwood logró avances significativos en la pasta.[58] La variante más antigua de este tipo de cerámica era conocida como loza semirefinada perlada. Su producción fue iniciada por Wedgwood mediante el aumento de pedernal molido al caolín y el añadido de cobalto al vidriado. La loza semirefinada perlada se produce entre 1780 y 1820.[59] Contemporáneamente se inicia la producción de loza semirefinada blanca.

     Según la arqueóloga Cynthia R. Price, la cerámica blanca con diseños de transferencia brillantes, las vasijas  con decorado de esponja, los tipos pintados a mano con colores brillantes junto a los platos con decoración verde y azul en el borde, son diagnósticos del periodo de 1830 al 1860.[60]

El Taller de Alfarería de los Davenport.

     El alfarero John Davenport, quien nace en 1765, comenzó a trabajar como obrero en un taller de alfarería en 1785, para luego asociarse con su compañero Thomas Wolfe of Stoke en la ciudad de Longport, North Stafforshire, Gran Bretaña. El mismo adquiere su propio taller en 1794 y lo mantiene operando hasta 1830, cuando se retira dejando al frente a sus hijos Henry y William Davenport. Sin embargo, pocos años después, en 1835, muere Henry Davenport. A partir de ese momento el taller comienza a conocerse bajo el nombre de “William Davenport and Company” continuando sus operaciones hasta 1869; fecha del deceso de William Davenport. A raíz de su muerte, sus dos hijos continúan en la dirección del negocio manteniéndolo en manos de la familia hasta 1887.

     En el taller de alfarería de los Davenport se produjo una gran variedad de loza doméstica. Tal vez, una de las técnicas de decoración más generalizada fue la de diseños mediante transferencias azules vidriadas. Como parte de los patrones de decoración produjeron en grandes cantidades diseños florales, ruinas románticas y escenas pastoriles. Los temas chinescos predominaron entre los motivos de decoración; particularmente el conocido como patrón de sauce.

     Aunque resulta probable el hecho de que las piezas más antiguas no fueran marcadas, las producidas durante el Siglo XIX presentan diversos tipos de marcas. Las piezas más antiguas eran identificadas con la marca “Davenport” impresas en bajo relieve, con o sin ancla después de 1805. También resulta frecuente el encontrar el nombre en letras mayúsculas. También resulta común el encontrar un ancla a solas como marca o el uso del nombre de Longport en sustitución del apellido Davenport.

Evidencia de Comercio de Cerámica Inglesa en la Región.

     A través de excavaciones arqueológicas en varias estructuras inmuebles localizadas en los municipios de Barceloneta (ruralía), Manatí (zona urbana) y Vega Baja (zona urbana), se ha descubierto evidencia de actividades de comercio de “piedras de chispa”, cerámica y botellas de factura inglesa de los Siglos XVIII y XIX. Con la excepción de las ruinas del sector Los Negritos y las ruinas de la Calle del Sol, las cuales corresponden a estructuras domésticas, la estructura inmueble de la Calle R. E. Betances[61] mantuvo un uso combinado de vivienda y comercio.

     Aunque los centros urbanos de Manatí y Vega Baja están ubicados estratégicamente cerca de importantes cuerpos fluviales que desembocan en el litoral costero del norte de la Isla, las ruinas de Los Negritos se ubican en el piedemonte occidental del cauce bajo del Río Grande de Manatí. El Puerto de Tortuguero se ubica entre las desembocaduras de ambos cuerpos fluviales.

     En los tres lugares excavados, correspondientes a basureros[62], se descubrió loza semirefinada crema, perlada, blanca y de piedra. Aunque la loza semirefinada crema solo está presente en Los Negritos, en los restantes dos lugares la loza semirefinada perlada marca el inicio de las actividades comerciales con los distribuidores de cerámica inglesa. Actividad comercial que parece haberse extendido durante gran parte del Siglo XIX. En los lotes de loza estudiados es apreciable el hecho de que no hay vajillas completas. Pese al hecho de que se acusa cierta preferencia por los platos, platillos, platos hondos, tazas y urinales, las piezas rara vez conforman parte de una vajilla. También se han descubierto vasos y copas de vidrios como parte de los mismos lotes.

     En la loza descubierta resultó común encontrar marcas y sellos de los talleres de alfarería. Aunque resulta muy difícil el interpretar el significado de las marcas debido a que en la mayoría de los casos los talleres de alfarería no mantuvieron registro del significado de las marcas de control que usaban, tal no fue el caso para la identificación de los sellos. En los lotes de loza de la casas de la Calle del Sol y de Pablo Soliveras, descubrimos fragmentos de los fondos de distintos tipos de trastos con marcas correspondientes al taller de alfarería de los Davenport de la ciudad de Longport, Stafforshire, England.

     Tal vez, las mejores muestras de botellas de loza de piedra son las descubiertas en la Casa Soliveras. Entre los tipos de botellas descubiertas encontramos las usadas para el expendio de “ginger beers” de la marca Davidson, Glasgow, Scotland; y las de expendio de ginebra, también de factura inglesa.[63] Aunque el descubrimiento de botellas de cervezas de jengibre se limitó a la Casa Soliveras, descubrimos evidencia del uso de botellas de ginebra en los tres lugares estudiados. Tal fue el caso también para las botellas de vino de la marca B. Cooper, Portobelo, Stafforshire, England. Pese al hecho de que fue en la Casa Soliveras donde único se descubrieron botellas de dicha marca, en los restantes lugares fueron descubiertas botellas de vino del mismo tipo sin la marca del fabricante.

     Tal parece que al igual que en la Isla de Cuba, los propietarios de las “tiendas mixtas” surtían sus negocios con una gran variedad de mercancías adquiridas de manos de comerciantes ingleses. Tanto en el lote de Los Negritos[64] como en el lote del Terminal de Carros Públicos de la ciudad de Arecibo, lugar excavado por la arqueóloga Marisol Rodríguez Miranda, se descubrieron “piedras de chispas” usadas para pistolas durante los siglos XVII al XIX. Las mismas fueron fabricadas de un tipo de calcedonia conocida como “black brandon Flint” proveniente de Inglaterra.

La Vida Cotidiana de los Naturales (Campesinado)

     Aunque contamos con la descripción de los distintos tipos de viviendas características de la población capitalina de intramuros, las descripciones que nos brindan los autores dieciochescos de las viviendas de la Isla parecen guardar una mayor relación con la población que sobrevivía desarrollando actividades económicas dentro del mismo núcleo familiar. De hecho, dan cuenta de que habían algunas estructuras de mampostería y que algunos vecinos ostentaban un lujo idéntico al observado entre las familias de solvencia económica europea.

  Durante dicho periodo las viviendas más comunes eran construidas de tablas sobre socos o pilares de dos metros de altura sobre el suelo y techadas de hierbas o empleitas de palmas.[65] Las mismas presentaban una planta de quince a dieciséis metros cuadrados. Las divisiones internas de las viviendas consistían básicamente del “soberado” y del dormitorio. Aunque esta descripción parece corresponder a las viviendas más comunes de la Isla la misma no nos permite establecer con precisión si existían variantes en los tipos de construcción dependiendo de la región de asentamiento de la población más allá de las diferencias en el uso de los materiales de construcción y las dimensiones de las mismas. Por ejemplo, para algunas viviendas construían las paredes con yaguas o vaginas de palma real. Ninguna tenía ni ventanas ni puertas. 

     La población era predominantemente rural.[66] Aunque existían los centros urbanos de muchos municipios, la única población fija era la religiosa; el resto de la población era flotante. Indistintamente de que el vecino fuera propietario, agregado o “sin tierras” parece que observaban un mismo sistema habitacional. La pequeña propiedad (una cuerda de terreno)[67] era lo más común en cuanto a la tenencia de tierras. Las viviendas siempre estaban localizadas a barlovento de las tierras que dedicaban a sus cultivos, construyendo las mismas en el piedemonte por razones de salubridad. Anota Fray Agustín Iñigo Abbad y Lasierra que acostumbraban desmontar únicamente el lugar a cultivarse y que se conservaban los bosques aledaños tanto para brindarle sombra a los cultivos como a las viviendas. Pero al llevar a cabo una descripción del vestido, el transporte, los instrumentos y los recipientes más comunes de los vecinos, se pone al descubierto la pobreza de los mismos.

     Aunque la forma de descansar era acuclillándose (ñangotándose) hacían uso de bancos y para dormir preferían las hamacas hechas de majagua a las barbacoas o “tablado tosco con jergón de yerba” cubierto por un toldo de lienzo o mosquitero.

     Aunque se sabía con certeza que entre las mercancías que se obtenían por contrabando se encontraban diversos tipos de telas de hilo y algodón (listados, bretañas, olanes), alhajas, pañuelos, sombreros y vestidos, la descripción que nos brindan del vestuario dista mucho de la mercancía que supuestamente los contrabandistas le suplían a los vecinos. Los hombres usaban pantalones y camisas de lienzo pintado, sombrero (de palma[68] o negro con su galón de oro), un pañuelo atado en la cabeza y un machete[69] debajo del brazo. Las mujeres usaban sayas de indiana o lienzo pintado, camisa adornada con pliegues con las mangas recogidas y atadas con cintas sobre los codos y un pañuelo en la cabeza con algunas variantes en ocasiones festivas. Ninguno hacía uso de calzado alguno. Excepto las mujeres durante ocasiones festivas. Tal parece que, al menos, esa mayoría que pretendía ser descrita por los autores, no tenían acceso en grandes proporciones al contrabando.

     De hecho, Abbad y Lasierra hace claro que las mujeres blancas y de caudal (Resulta obvio que el resto no eran ni blancas ni acaudaladas) usaban ropas de angaripolas y de olanes “muy finos y labrados” aparte de joyas. Resulta obvio que al menos los olanes que se obtenían por contrabando eran para las mujeres blancas y acaudaladas (¿De la costa?). Pero esa pobreza en su cultura material también se apreciaba en el uso de instrumentos de trabajo y recipientes. Aunque el sable o machete, como le llamaban los naturales, era polifuncional (se usaba para la defensa, cortar y para excavar), también hacían uso de hachas y de palos (coas) para sembrar. El uso del arado parece haber sido limitado. A tal extremo de que existía una idea generalizada de que los naturales no hacían uso del mismo. Sin embargo, me parece que el uso del arado era propio del sector terrateniente (estancieros, hacendados o colonos) que no solo era dueño de la tierra sino que poseía la bueyada y la fuerza laboral necesaria para su manejo.

     Los recipientes descritos podrían agruparse en recipientes de cerámica y recipientes manipulados. El uso de ollas y cazuelas[70] de barro para la cocción de los alimentos parece haber estado generalizado. Pero era frecuente el asado de farináceos y de animales. Tal y como veremos más adelante. Sin embargo, los recipientes manipulados eran los más generalizados. Aprovechaban las totumas o higüeras para hacer el menaje de la mesa (vasos, escudillas, cucharas y platos) y las nueces de coco[71] para hacer diversos tipos de recipientes. Lamentablemente no encontramos ninguna descripción de la utilización de recipientes para la transportación de agua o alimentos ni para su almacenaje.

     La transportación de las personas se llevaba a cabo en caballos o yeguas. Los cuales también se criaban como mercancía de cambio con los contrabandistas. Tal parece que la ausencia de caminos y puentes era salvada con la monta de equinos. Aunque se observa el uso de canoas.[72] Particularmente entre los vecinos de la costa. La información que nos brindan los autores para dicho periodo sobre otros aspectos de la vida cotidiana de los naturales es muy abundante; particularmente lo que tiene que ver con la religiosidad popular, el lenguaje y las artes. Sin embargo, los detalles obtenidos sobre sus actividades económicas resultan de mayor relevancia al hacer un acercamiento a la economía de subsistencia.

     Los productos que estos cultivaban no variaban mucho en toda la Isla. Lo mismo tuvo como consecuencia limitar las actividades comerciales internas. Mientras que los contrabandistas demostraban tener interés particular en algunos productos que no formaban parte de la dieta de los vecinos. Los agregados, los esclavos y los “sin tierras” cultivaban pequeñas áreas conocidas como conucos para su sustento. Entre los productos sembrados se encontraban los farináceos (plátanos, yucas, boniatos o batatas, ñames, calabazas), hortalizas (maíz, arroz, frijoles, tabaco, babinilla, jengibre) y frutales (naranjas, cacao, café, caña de azúcar). Pero los productos del conuco eran complementados con productos de recolección silvestre. Principalmente frutas (guayabas, mameyes, aguacates), tubérculos (marunguey), semillas (algodón, nuez moscada, coco) y especias (añil, vainilla, pimienta de tabasco, achote). La dieta vegetal era complementada con el consumo de aves (gallinas, guineas y pavos), animales de corral (vacas montunas, carneros, cerdos), pescado de agua dulce (Guabina, lisas, robalos, lebranchas, pargos, anguillas, morones, camarones, sábalos, dajados, galápagos, moharras, áreas de escala y ureles), jueyes de montes (buruquenas) y miel de caña.[73]

     Al examinar los productos que interesaban los contrabandistas encontramos una preferencia por las vacas y sus productos de cuero; caballos, mulas, carneros (Que no comían los naturales), aves de corral (gallinas, guineas y patos), maderas nobles (Palo de Mora, Palo de maza, Guayacán), plantas medicinales (yerbas, raíces y gomas), tabaco y café. De hecho, la gran variedad de árboles de maderas nobles y de especias de los bosques de la Isla eran apreciados por su alto potencial comercial.

Prácticas Culinarias

     Los observadores europeos destacaban que los colonos se alimentaban con frugalidad. Los alimentos eran cocidos en un fogón consistente de “cuatro piedras brutas” ubicado en el medio del aposento.[74] El plato principal era conocido como “Olla podrida”.[75] La cual contenía arroz, batatas, ñames y calabazas, condimentada con pimienta. La misma era complementada con carne fresca de vacas cuando hacían monterías o con jueyes de tierra (buruquenas)[76], plátanos, casabe o “queso seco”. Era común que en la “olla podrida” u “olla del campesino” se combinaran el tasajo de vaca salado, tasajo de puerco ahumado y un pollo o media gallina con condimentos, especias y viandas. El uso común y generalizado de carne de rumiantes, porcina y de aves evidencia que la crianza, al menos de las aves, no era exclusivamente para el mercado de contrabando o que el contrabando de aves fuera prerrogativa del sector costero que contrabandeaba y no de los habitantes del interior de la Isla. 

     Tenían predilección por las carnes medio crudas. Y hacían uso constante de ajíes y aguardiente. Aunque no tomaban agua mientras comían, degustaban de leche de vaca (leche madura), miel de cañas y café con miel. Y como postre consumían las frutas de la época, tales como el coco, guayabas y mameyes. El uso de frutas para la confección de dulces era muy común. Particularmente en almíbar. Tal vez, el cultivo de caña de azúcar era necesario como parte de su gastronomía.

Coexistencia de las Economías de Subsistencia y Comerciales

     Las recomendaciones de O’Reilley para fomentar el desarrollo económico de la Isla, se implementaron paulatinamente de forma parcial. Pero no sería sino hasta el periodo en que los franceses invaden a España que una serie de acontecimientos tanto en la península como en territorio americano propiciarían una serie de reformas administrativas como parte de la instauración de la Primera República Española que introducirían cambios importantes en la composición de la población, el desarrollo tecnológico asociado a los centros de producción azucarera y la actividad comercial. De hecho, Darío de Ormaechea opinaba que fueron las luchas emancipadoras de las colonias españolas americanas uno de los factores que favorecieron positivamente el desarrollo de la Isla.

     La falta de desarrollo tecnológico en la producción de derivados de la caña de azúcar (azúcar moscabado, mieles y aguardiente) que se observaba durante el Siglo XVIII, experimentaría adelantos significativos durante la primera mitad de la nueva centuria. Lo que convertiría dichos productos en los artículos de mayor exportación del periodo. Pero los adelantos tecnológicos y el desarrollo que propició la proliferación de haciendas como unidades autónomas de producción se dan sin que haya un cambio en la estructura económica. El auge en la producción de caña de azúcar exigió de un aumento en la trata negrera. Esto trajo como resultado la necesidad de más tierra para los conucos de los esclavos y el aumento de esclavos coartados que engrosarían la población de los agregados y de los “sin tierras”.

     La significativa dependencia de los productores de azúcar en el trabajo esclavo era visto por algunos sectores como desventajoso frente al trabajo asalariado de una gran legión de agregados y de los “sin tierras”. Por eso es que se inicia la reglamentación del trabajo libre de los jornaleros. Lo que traería como consecuencia la quiebra del sistema de supervivencia del campesinado. El patrón de tenencia de tierras hatero ahora era suplantado por propiedades de menor extensión en mayor cantidad no solo dedicadas a la producción agropecuaria sino también a la agrícola. El sistema de tenencia de tierras de las haciendas era principalmente costero. Factor que empujó la población de los “sin tierras” a terrenos inadecuados para la siembra de caña de azúcar, mecanizada o no, pero adecuados para continuar con sus actividades económicas de subsistencia.

     Aunque la apertura de nuevos puertos y las mejorías que se experimentaron en la infraestructura vial (caminos y puentes) favoreció el desarrollo de las actividades comerciales, particularmente interno, las condiciones de vida de la inmensa mayoría de la población prevalecían iguales. Sin embargo, la nueva necesidad de los municipios exigiría un mayor control de la población con el propósito de gravar sobre ella las cargas contributivas propias de la administración municipal. Lo mismo conllevaba no sólo la agrupación de la población por barrios sino la definición de las colindancias con los municipios vecinos. Con la imposición del “Reparto de Gastos Públicos”, entre muchos otros, se impuso una renta a todos los propietarios (pequeños, medianos y grandes). Los agregados y los “sin tierras” quedaban fuera de la nueva renta.

     Cuando se examina la situación económica y comercial de la Isla para finales del periodo encontramos que la idea generalizada que prevalecía de que la apertura del comercio ayudaría a mejorar la economía de la Isla, no se anticipaba que la falta de capital, de tecnología adecuada, agotamiento de los suelos, sequías prolongadas y el control que ejercían los extranjeros, particularmente peninsulares, del comercio como intermediarios se combinaron para sumir a la industria en una profunda crisis.

Consideraciones Finales

     Las descripciones que tenemos sobre los “naturales” de la Isla correspondientes al periodo en cuestión (1765 – 1848) responden a una visión europea de nuestra realidad.[77] A pesar del agudo sentido de la descripción llevada a cabo de muchos aspectos de la vida cotidiana de la población, las mismas resultan confusas. Particularmente cuando pretenden caracterizar a toda la población con el modo de vida del importante sector del campesinado. La idea de que describían a una población “desidiosa” cuya forma de ser estaba determinada en gran medida por el medioambiente nubla su entendimiento de la dinámica que caracterizaba a las diversas clases sociales que integraban la sociedad isleña.

     Resulta obvio que hay descripciones de estancieros, colonos, hacendados, agregados y “sin tierras” entremezcladas. Esto se aprecia particularmente en la generalización que hacen de que los “naturales” se beneficiaban todos del contrabando cuando de sus propias observaciones se desprende que era el sector propietario, blanco y costero el que con más interés se dedicaba a dicha faena. La población del interior montañoso (“sin tierras”, montarás y mulato) posiblemente se beneficiaba del contrabando de forma indirecta a través de los propietarios contrabandistas de la costa.

     Las actividades de contrabando tuvieron sus fluctuaciones en función de las medidas administrativas que adoptaba el gobierno colonial para mantener el control exclusivo del movimiento de mercancías a través de sus diversas clases de puertos, aduanas y receptorías subalternas. Aunque como resultado de las recomendaciones de O’Reilley se liberalizó el comercio abriendo nuevos puertos en la península, no sería sino hasta entrado el siglo XIX que se observaría la apertura paulatina de nuevos puertos con sus respectivas aduanas y receptorías subalternas alrededor de la Isla. Sin embargo, en la región del litoral norte-central, apenas se estableció una receptoría subalterna en Arecibo en 1819 y posteriormente otra en Manatí en 1822. La de Manatí estuvo operando hasta 1825, cuando fue suprimida y reunida con la aduana de la Capital. Aunque la receptoría subalterna de Arecibo la clasifican como puerto de tercera clase en 1839, existe información confusa sobre el hecho de que la de Manatí fue también reclasificada a dicha clase diez años después.

     Pese a la situación descrita, las actividades de contrabando de mercancías inglesas continuaron en la región para dicho periodo. Aunque desde el 25 de octubre de 1831, se regulaba el comercio de “efectos” procedentes de Saint Thomas solamente a través de los Puertos de San Juan, Mayagüez, Ponce y Guayama, hemos descubierto muestras de distintos utensilios de fabricación inglesa de diversos talleres ingleses fabricados en fechas posteriores a la fecha de regulación del comercio con el puerto libre de Saint Thomas. La región quedaría enclavada entre los puertos de la Capital y Mayagüez como posibles lugares de origen de la mercancía de factura inglesa que estaban adquiriendo. El hecho de que las actividades de contrabando de los lugareños se remontan a finales del siglo XVII y continuaron  durante el siglo XVIII, nos sugieren la posibilidad de que continuaran durante la siguiente centuria tal y como lo sugiere la evidencia arqueológica.

     Mientras se observaba una ajetreada actividad comercial con mercaderes extranjeros en nuestras costas, la población campesina se mantenía al margen del desarrollo del sector propietario. Pero dicho sector, quien ejercía el poder político y administrativo de la colonia, intentó por diversos medios apropiarse del trabajo del campesino reglamentándolo mediante salario. Esto se observa particularmente durante el periodo en que la institución de la esclavitud cae en crisis. Sin embargo, sería la falta de capital y de control del comercio los factores que tendrían que salvarse para poder alcanzar el desarrollo de la industria que se observa durante la segunda mitad del Siglo XIX.

     El modo de vida del campesinado puertorriqueño continuaría de forma paralela y desigual con el modo de vida de los propietarios durante los siglos venideros.

BIBLIOGRAFIA

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Carta de Manuel Negrón al Gobernador y Capitán General. 18 de enero de 1782.

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Carta de Manuel Negrón al Gobernador y Capitán General José Dufresne. 15 de abril de 1782. Copia en el archivo del autor.

Carta de Manuel Negrón al Gobernador y Capitán General José Dufresne. 20 de abril de 1782. Copia en el archivo del autor.

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Relacion qe comprehende los jubilados que han cumplido los secenta años de edad y se hayan escluidos del Servicio de Urbanos y de los Enfermos inutiles. Vega Baja. 25 de julio de 1817.

Carta de Manuel Negrón al Gobernador y Capitán General. 20 de abril de 1782. Fotocopia en el archivo del autor.

Carta de Manuel Negrón al Gobernador y Capitán General. 15 de abril de 1782. Fotocopia en el archivo del autor.

Relación general de los individuos matriculados en esta Provincia Pral. y demás Subdelegaciones de esta Ysla. Gente de Mar. Gobernadores Españoles de Puerto Rico. Asuntos Navales. Goletas. 1803-24. Entrada: 177-182. Caja número 276.

RANGONOMBREPADRENACIMIENTOEDAD
SubdelegadoD. Martín Menéndez   
1ª Brigada CaboD. Julián MenéndezFelipe MenéndezManatí41
 Ysidro GonzálezYsidro GonzálezManatí33
CaboAntonio GonzálezJuan GonzálezCanarias46
 Ramón DomínguezAlberto DomínguezGalicia34
CalafateAntonio GonzálezManuel GonzálezOporto32

[1] La información se publicó en 1765 bajo el título de “Relación circunstanciada del actual estado de la población, frutos y proporciones para fomento que tiene la isla de San Juan de Puerto Rico, con algunas ocurrencias sobre los medios conducentes a ello, formada para noticia de S.M. y de sus Ministros, por el Mariscal de Campo Alexandro O’Reylly, y de resulta de la visita general que acaba de hacer en la expresada Isla, para evacuar las comisiones que se ha dignado fiar a su celo la piedad del Rey”.

[2] La economía de subsistencia podría basarse tanto en la agricultura como en la ganadería donde la familia funciona como unidad productiva dirigida a la satisfacción de las necesidades básicas de alimentación y vestuario donde el excedente, de obtenerse, sirve de medio de intercambio recíproco con otras familias. Es decir, que de obtenerse algún excedente en la producción se activa un sistema de intercambio recíproco o comercial cuyo radio de alcance no queda definido.

[3] El contrabando representó un problema para la política mercantilista española desde el Siglo XVI. Ya que las actividades comerciales proscritas evadían los controles impuestos por las rentas y afectaban el exclusivismo comercial impuesto con los puertos españoles.

[4] Se ha sugerido que el naturalista francés Andrée Pierre Ledrú, junto a los demás naturalistas que le acompañaron eran espías encubiertos del gobierno republicano francés.

[5] Las playas del oeste y del sur de la isla eran las frecuentadas por los contrabandistas. Sin embargo, se registraron actividades de contrabando en los puertos de Fajardo, Isabela y Arecibo en la costa norte.

[6] Darío de Ormaechea recomendaba en la quinta década del Siglo XIX que se aumentara el presupuesto para crear una marina de guerra y que se redujera el presupuesto militar.

[7] No sería hasta la segunda mitad del Siglo XIX que se implementaría un extenso plan de construcción de caminos y puentes y se abrirían diversos puertos.

[8] Como resultado de la desmantelación de los hatos entre los Siglos XVIII y XIX, los primeros en beneficiarse de la reforma de tierras fueron los mismos hateros. Los cuales pasaron a ser los nuevos propietarios de las estancias y haciendas que proliferaron durante dicho periodo.

[9] Abbad y Lasierra, Fray Agustín Iñigo. Historia Geográfica, Civil y Natural de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico; (Reimpresión, 1979); Río Piedras; Editorial Universitaria; 1979; 320 pp.

[10] Ledrú, Andree Pierre. Relación del Viage a la Isla de Puerto Rico, en el año 1797. En Fernández Méndez, Eugenio. Crónicas de Puerto Rico: Desde la conquista hasta nuestros días (1493 – 1955) (Reimpresión, 1981); Río Piedras; Editorial Universitaria, Universidad de Puerto Rico; 1981; páginas 329 – 344.

[11] Contemporáneamente el Mariscal de Campo don Alejandro O’Reilley informa que la Isla estaba habitada por 39,846 de personas libres y 5,037 de personas esclavas. Es decir que los esclavos representaban el 11.22 % del total de 44,883 habitantes.

[12] López Cantos, Angel. Historia de Puerto Rico: 1650-1700. Sevilla. Escuela de Estudios Hispano-Americanos de Sevilla, Consejo Superior de Investigaciones Científicas. 1975. Apéndice II. Tablas de Contrabando.

[13] Idem. Página 282.

[14] Idem. Página 274. Carta de Antonio de Robles y Silva al rey. Puerto Rico, 27 de marzo de 1699. A.G.I. Santo Domingo, 163. El gobernador Antonio de Robles y Silva ocupó interinamente el cargo entre los años de 1698 al 1699.

[15] López de Haro, Damián. Sínodo de San Juan de Puerto Rico de 1645. Centro de Estudios Históricos del CSIC. Instituto de Historia de la Teología Española de la UPS. Madrid-Salamanca. 1986.

[16] Moscoso, Francisco. La Sublevación de los Vecinos de Puerto Rico: 1701-1712. San Juan de Puerto Rico. Ediciones Puerto. 2012. 150 páginas. Página 11. Nota 16.

[17] Acta de Bautismo de Gabriel Negrón. Iglesia del Valle de San Blas Illescas de Coamo. Libro I: 1701 -1722. Folio 30 v. Número 242. A partir de 1717, Domingo Negrón y su cónyuge, Juana de Santiago aparecen bautizando a sus hijos en la Iglesia de San Felipe de Arecibo. Gabriel contraería matrimonio con la arecibeña Gregoria Maldonado Hernández y procrearían a Manuel Negrón Maldonado. Quien sería nombrado primer Teniente á Guerra del Partido de la Vega. / Actas del Cabildo de San Juan Bautista de Puerto Rico: 1730-1750. Barcelona, España. Publicación Oficial del Gobierno de la Capital. 1966. Actas 159 (9 de agosto de 1743), 162 (9 de diciembre de 1743) y 165 (7 de enero de 1744).

[18] Defunción de Manuel Negrón. Libro II de Defunciones. Acta del 5 de abril de 1821. Iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Vega Baja.

[19] Autos originales de la demolición del Hato y Criadero de Manaty avajo, y reparto de su terreno para establecimiento de labranzas sin perjuicio de la annual peza. Año de 1762. Fondo G.E. Sección A.C.P. Asiento Tribunal de Gobierno 1751-1824. Caja 187. 1 de septiembre de 1762. Folio 13.

[20] Copia del espediente de demarcación de la línea divisoria de los territorios de Vega baja y Manatí. Legajo 1847. Expediente 4. Colección particular de la Sociedad de Investigaciones Arqueológicas e Históricas Sebuco, Inc.

[21] Abbad y Lasierra, Fray Agustín Iñigo. Historia Geográfica, Civil y Natural de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico. Estudio preliminar de Isabel Gutiérrez del Arroyo. Editorial Universitaria. Río Piedras. 1979. 320 páginas. Página 125.                         

[22] Miyares González, Fernando. Noticias particulares de la Isla y Plaza de San Juan Bautista de Puerto Rico. Apunte preliminar por Eugenio Fernández Méndez. Ediciones de la Universidad de Puerto Rico. San Juan, 1957. 146 páginas. Páginas 65-66.

[23] Abbad y Lasierra, Fray Agustín Iñigo. Op. Cit. Página 125.                         

[24] El 1 de febrero de 1794, el obispo Francisco de la Cuerda y García promueve las dos iglesias de Espinoza y de El Naranjal como “parroquias” independientes de la Iglesia de la Virgen de la Candelaria y San Matías Apóstol de Manatí. AGPR. FGE; Serie: Asuntos Políticos y Civiles, Visitas 1824-77, caja 191. Al menos de la Iglesia de El Naranjal era “ayuda de parroquia” de la de Manatí desde el 29 de abril de 1791. 

[25] Copia del espediente de demarcación de la línea divisoria de los territorios de Vega baja y Manatí. Legajo 1847. Expediente 4. Colección particular de la Sociedad de Investigaciones Arqueológicas e Históricas Sebuco, Inc.

[26] Coll y Toste, Cayetano.“Boletín Histórico de Puerto Rico”. Tomo 13. Tipografía Cantero, Fernández y Co. San Juan. 1926-1927. Página 124.

[27] Censos de la Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria y San Matías: 1762 – 1944. Transcripción y anotaciones por Carlos M. Ayes Suárez. 2003. Página 36.

[28] Carta del Gobernador y Capitán General a Manuel Negrón. 19 de enero de 1782.

[29] Carta de Manuel Negrón al Gobernador y Capitán General. 18 de enero de 1782.

[30] Instrucción dada por el Gobernador Benavides en 30 de mayo de 1765, de Resulta de los Reglamentos Formados por el Inspector General Conde O’Reilley para reorganizar las Milicias .  En Coll y Toste, Cayetano. Op. Cit. Tomo 13 Páginas 163-167.

[31] Don Rafael García Pagán se había casado con Manuela Bracero Villafañe, hermana de Baltazara; esposa de Manuel Negrón Maldonado.

[32] El fraile benedictino Agustín Iñigo Abbad y Lasierra anota sobre las prerrogativas de los Tenientes á Guerra eran las siguientes. “Todos los pueblos de la Isla tienen un juez nombrado por el gobernador, con título de teniente á guerra: a éste pertenece el gobierno de su pueblo, según la instrucción y órdenes del gobernador. Su principal encargo es tener arregladas las compañías de milicias urbanas, que se componen de todos los vecinos que no están alistados en las milicias disciplinadas; poner un cuerpo de guardia de dichos urbanos en la cárcel pública del pueblo y otra en la vigía que tienen en la costa para celar las deserciones de los esclavos, evitar contrabandos, limpiar los caminos, llevar las órdenes y pliegos de un pueblo a otro, conducir los presos a la Capital y dar parte de ella de lo que ocurre en sus respectivos distritos.

     También pertenece al teniente a guerra cobrar los derechos sobre las tierras, el salario del cura, hacer pagar las deudas, que no excedan de 50 pesos y actuar en todas las causas, hasta recibir la sumaria y en estos casos hace de juez y escribano. En ausencia del teniente a guerra, el sargento mayor substituye sus veces; ambos llevan bastón, que es el distintivo de su empleo.

     Tiene facultad de citar el pueblo a juntas generales, repartir a cada vecino la prorrata que le corresponde pagar para el salario del cura, para la fábrica de la iglesia, para el cuartel de milicias o cárcel pública…y así cada vecino exhibe la cota que le señala el teniente a guerra para subvenir a las cargas concejiles, en que suele haber notables fraudes.” Ob. Cit. Páginas 147-148.

[33] El 21 de abril de 1797 se trasladan a la Capital la Compañía de Milicias Urbanas de Vega Baja para unirse a las fuerzas de defensa durante el ataque británico. Coll y Toste, Cayetano. Ob. Cit, Tomo 13. Página 199.

[34] Blanco, Enrique T. Los Tres Ataques Británicos a la Ciudad de San Juan Bautista de Puerto Rico. San Juan de Puerto Rico. Editorial Coquí. 1968. Contrario a los resultados obtenidos por las Milicias Urbanas de Vega Baja, las compañías de Toa Alta y Manatí sufrieron algunas bajas. Páginas 60 – 95.

[35] Lista general de las tres Compañías de Milicias Urbanas de Ynfantería del Pueblo de Vega – baxa formada en la Revista de 25 de julio del presente año de 1817. Fotocopia en el archivo del autor. La revista anual de las Compañías de Milicias Urbanas se llevó a cabo por instrucciones recibidas mediante la Circular No. 87 del 21 de mayo de 1817. Coll y Toste, Cayetano. Op. Cit. Tomo 12 Página 87.

[36] Relacion qe comprehende los jubilados que han cumplido los secenta años de edad y se hayan escluidos del Servicio de Urbanos y de los Enfermos inutiles. Vega Baja. 25 de julio de 1817. Fotocopia en el archivo del autor.

[37] Carta de Manuel Negrón al Gobernador y Capitán General. 20 de abril de 1782. Fotocopia en el archivo del autor.

[38] Idem.

[39] Real Cédula del 22 de diciembre de 1803. En Coll y Toste, Cayetano. Op. Cit. Tomo 12 Página 87.

[40] Idem.

[41] Santos Tirado, Adrián. Vega Baja en su Folklore. En Vega Baja: su Historia y su Cultura. Vega Baja, Puerto Rico. Gobierno Municipal de Vega Baja. 1987. Página 306.

[42] Libro II de Entierros de la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Vega Baja: 1805-1825. Acta de Domingo Antonio Maisone del 1 de enero de 1815.

[43] Libro II de Entierros de la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Vega Baja: 1805-1825. Acta de Ysabel Maisone del 5 de enero de 1813.

[44] La Propiedad Territorial en Puerto Rico. Capítulos XVI – XIX. En Coll y Toste, Cayetano. Op. Cit. Tomo I 1914-1915. Páginas 239-289.

[45] Informe del Dr. Coll y Toste sobre los Puertos de Cabo Rojo y Mayagüez. En Coll y Toste, Cayetano. Op. Cit. Tomo 12 1924-1925. Páginas 44-46.

[46] Ya desde el 27 de octubre de 1812, se informa de la existencia de una Subdelegación en Manatí. La misma estaba integrada por Don Martín Menéndez, Subdelegado; Don Julián Menéndez, Cabo de la 1ª Brigada, e Ysidoro González; Antonio González, Cabo, y Ramón Domínguez; y por el calafate Antonio González. “Relación general de los individuos matriculados en esta Provincia Pral. y demás Subdelegaciones de esta Ysla.” Gente de Mar. Gobernadores Españoles de Puerto Rico. Asuntos Navales. Goletas. 1803-24. Entrada: 177-182. Caja número 276.

[47] Coll  y Toste, Cayetano. Op. Cit. Tomo 4 1916-1917. Página 209.

[48] Hernández, Wilhem. Manatí: 500 años de Historia. Manatí, Puerto Rico. Biblioteca Francisco Alvarez Marrero, Gobierno Municipal de Manatí. 1999. Página 121.

[49] Idem. Páginas 116-117.

[50] Idem. Página 117.

[51] Ubeda y Delgado, Manuel. Isla de Puerto Rico: Estudio Histórico, Geográfico y Estadístico de la misma. Puerto Rico. Academia Puertorriqueña de la Historia. 1998. Página 164.

[52] Coll y Toste, Cayetano. Op. Cit. Idem. Páginas 44-46.

[53] Flinter, George Dawson. Op. Cit. Páginas 105-145.

[54] Idem. Páginas 125-126.

[55] Idem. Página 126.

[56] Derry, T.K.; Williams, Trevor I. Historia de la Tecnología: desde 1750 hasta 1900. Volumen II. Siglo XXI Editores, España. 1988. Página 20.

[57] Solís Magaña, Carlos. Colonial archaeology of San Juan de Puerto Rico: Excavations at the Casa Rosa Scarp Wall. San Juan National Historic Site, Puerto Rico. Office of Archaeological Research. Alabama State Museum of Natural History. The University of Alabama. Report of Investigations 52. Alabama, United States of America. 1988. Página 75.

[58] Derry, T.K. et al. Op. Cit. Página 859.

[59] Idem.

[60] Price, Cynthia R. 19th Century Ceramics…in the Eastern Ozark Border Region. Sprinfield, Missouri. Center for Archaeological Research, Southwest Missouri State University. 1979. 85 páginas. Página 30.

[61] De la región de Cataluña, donde para dicho periodo se encontraban varios importantes puertos que convertían la misma en un gran centro de actividad comercial, inmigra  Pablo Soliveras para establecerse en el Partido de Vega Baja durante la tercera década del Siglo XIX.  Una vez establecido en el pueblo, Pablo Soliveras establece una “tienda mixta al por mayor” y arrendó la Hacienda La Encarnación de don Pedro Prado Aragón, donde sembró caña y produjo azúcar.  Para el cultivo de caña y la producción de azúcar hizo uso de mano de obra esclava.  También estableció un tendal para la producción de ladrillos. Aunque en dicho solar existía otra estructura del Siglo XVIII, como lo evidenció el descubrimiento de una pared con contrafuertes que fue destruida durante la restauración del inmueble, la misma fue construída por un comerciante y agricultor catalán de nombre Pablo Soliveras, el cual ocupó el puesto de Alcalde de Vega Baja en el 1839. 

[62] Aunque los basureros de Los Negritos y de la Calle R. E. Betances correspondían a hoyos ubicados en la parte trasera de la casas; en la casa de la Calle del Sol usaron el pozo séptico como basurero.

[63] Para dicho periodo también se importaba ginebra en botellones conocidos como “Demmijohns” o damajuanas desde los distintos puertos españoles.

[64] En el sitio de Los Negritos se descubrió la reutilización de láminas de sílex arcaicas como núcleos para la talla de “piedras de chispa.”

[65] Pese a que ante la óptica de los europeos las viviendas de los naturales eran iguales a las viviendas de los indios, la construcción de éstas sobre pilares no era común entre los taínos. Tal parece que dicha modificación de las estructuras responde a modificaciones introducidas en función de las nuevas necesidades de los colonos.

[66] Aunque la ciudad era la unidad administrativa característica del mundo colonial americano, la mayoría de la población en la Isla vivía fuera de las ciudades.

[67] Según Fray Agustín Iñigo Abbad y Lasierra, la cuerda comprendía 75 varas de frente por 20 cuerdas de fondo. Las que sumaban 1500 varas.

[68] Posteriormente comenzaron a conocerse como pavas.

[69] El machete también era conocido como sable. Aunque posteriormente se establece una diferenciación entre machete, sable, daga y perrillo.

[70] Los ceramios de barro eran fabricados tanto mediante la técnica del rollete como mediante el uso de tornos.

[71] Posteriormente los recipientes hechos de la nuez del coco fueron conocidos como coquitos.

[72] Las embarcaciones de menor tamaño eran conocidas como cayucos.

[73] El uso de corrales de pesca en las desembocaduras de los ríos era una de las artes de pesca utilizadas.

[74] A través de la arqueología se ha podido comprobar que los taínos también mantenían fogatas en el interior de las viviendas.

[75] La olla podrida era un plato también conocido como olla cubana, olla sencilla a la española, olla complicada a la española, olla del campesino y olla de vigilia. 

[76] Epilobocera sinuatifrons.  Este cangrejo nocturno de agua dulce es común en todas las Antillas.  

[77] Todos los autores examinados eran europeos; dos militares, uno religioso, un naturalista y un contador. No sería hasta la segunda mitad del Siglo XIX que saldrían a la luz pública los primeros trabajos sobre la vida del campesino puertorriqueño escritos por puertorriqueños. Aunque la óptica no parece distanciarse significativamente de la óptica europea.

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