La iglesia como institución coercitiva, por Carlos M. Ayes Suárez

La iglesia como institución coercitiva.

     Desde su establecimiento como parroquia independiente, La Iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Vega Baja ha desempeñado un papel fundamental tanto en el proceso de control ideológico como político de la población. Más allá de las reglas de urbanismo que moldearon las ciudades hispanas de América, el control psicológico y político de la población se demuestra a través de rituales, calendarios litúrgicos, edificaciones monumentales centralizadas en los pueblos construidas frente al centro de poder edilicio y separadas únicamente por la explanada de encuentro público conocida como Plaza de Recreo; y de la participación activa del clero en las Juntas de Sanidad o como Electores Parroquiales.

Control ideológico.

     A través de las ceremonias sacramentales del bautismo, matrimonio, confirmación y aquellas relacionadas con la trasmutación del individuo, la iglesia mantuvo un cuerpo de estadísticas vitales que se reñía con los controles estadísticos del estado. Aunque el estado mantuvo el registro nominal de los nacimientos, las muertes y altas y bajas como parte de los procesos migratorios, durante el periodo de incumbencia del Teniente á Guerra Don Pablo Soliveras Domenech (1839-1840) comenzaron a vaciar los registros de nacimientos (bautismos) y matrimonios de la iglesia en los libros estadísticos gubernamentales.[1]

     Cada registro tenía su contraparte en rituales de pasajes tales como el nacimiento (bautismo-nacimiento en la fe católica), el matrimonio y la muerte. Los rituales asociados a la muerte reproducían al momento de la inhumación del cadáver la estratificación en clases sociales y sus privilegios en correspondencia a la cercanía o lejanía al ábside de la iglesia o de la pomposidad del cortejo fúnebre.[2] De igual modo, el terreno donde sepultaban a sus muertos, perteneciente a la misma, tenía que estar consagrado por la iglesia. La cual hacía patente su prescencia con la construcción de capillas locales en los cementerios.

     Por eso es que al momento de seguir las directrices impartidas a través de la Real Orden “Cementerio fuera del poblado”, la decisión sobre el lugar para relocalizar el cementerio se adoptó con la anuencia del Presbítero Don Francisco del Pilar de Torres. En la sesión del 27 de abril de 1814 se hace constar que “…para su efecto se sito al Padre cura Parroco quien impuesto expuso uniformemente con todos los Capitulares que el sitio mas adequado para el cementerio era a sotavento deste Pueblo contiguo a los seborucos de Punado a la parte del sur; y sin embargo de estarse viendo dho. paraje palpablemte. con dho. Parroco al sitado paraje donde se escabo y no se hayo piedra ni otro obstáculo para el propuesto objecto en vista de cuya diliga. se acordó que luego luego se procediese a la formación del enterramto. provisional en dho. paraje a cuyo intento el Alce. precente procederá por via de comicion a executarlo el vecindario respecto a no haver fondo ni arbitrio para su costo.”[3]

Ceremonialismo en la oficialización de los cargos nombrados o electos (Te deum).

     Tal vez, una de las ceremonias más importantes relacionadas con la estructuración del “Poder Público” era la dispuesta por ley sobre la celebración de un “Te Deum” junto a los funcionarios electos durante los procesos eleccionarios. El día 30 de julio de 1820, luego de ser electo como Elector Parroquial Don Antonio M. Dávila Bonilla, se trasladan desde la Casa Consistorial hasta la iglesia para celebrar el “Te Deum” dispuesto por las leyes. Ese dia el Secretario Don Juan Bautista Sánchez Camilo describe la ceremonia en los siguientes términos. “Acto continuo, bueltos a reunir los ciudadanos que compucieron la junta, se trasladaron a la Yglesia parroquial, llebando concigo al Alce. Dn. Anto. Davila Elector de esta entre el precidente escrutadores y secretario y en conformidad de lo dispuesto en el Articulo 58 el padre cura d. Franco de Torres que a todo estubo presente, canto un Solemne Tedeum: con lo que se conclullo el acto. Pongolo por diligencia y de ello doy fee. Juan Sanchez Camilo, Secreto.” [Firmado][4]

Control político: Elector y elegido. (Elector parroquial)

     Durante los procesos electorales correspondientes a los tres (3) periodos constitucionales se reunieron los electores cualificados y eligieron al Alcalde Constitucional, su Concejo y a un Elector Parroquial que participaría de la elección provincial del Diputado a Cortes. La elección del Presbítero Don Francisco del Pilar de Torres como Elector Parroquial en las elecciones celebradas el 18 de octubre de 1812 y el 5 de diciembre de 1813, evidencian la gran influencia que éste tenía sobre los electores locales.

Especialista: Junta de Sanidad.

     En el momento en que se nombran por primera vez los integrantes de la Junta de Sanidad el 10 de enero de 1814,[5] la misma quedó integrada por Don Antonio M. Dávila Bonilla, como Presidente; por el Párroco Don Francisco del Pilar de Torres y por el Primer Regidor Don Juan Antonio Negrón. Como vecino particular Don Juan de Acevedo Negrón y como facultativo el “curioso” Esteban Guzmán.

     Una década después, cuando el Teniente á Guerra Don Manuel Joaquín de Navedo responde a la Circular Número 60 del 10 de mayo de 1824, informa que la Junta de Sanidad estaba integrada por el Teniente á Guerra Don Manuel Joaquín de Navedo como Presidente; por el Cura Don Francisco del Pilar de Torres, Don José Manuel Dávila y Don Manuel Torres. Como médico facultativo se encontraba Don Santiago Steffen y como “curioso” Don Manuel Cardona.

     Cuando el facultativo Don Miguel de Cotto rinde informe el 14 de diciembre de 1835,[6] sobre la epidemia de “sinochus putridus” que asolaba la población, la Junta de Sanidad estaba integrada por el Teniente á Guerra Don Antonio M. Dávila Bonilla como Presidente; el Párroco Don Vicente Martínez Valdés y el Sargento Mayor de Urbanos Don Vicente Ramón de Vega.

Propietario: Tierra y esclavos.

     Durante la trata negrera, la iglesia participó activamente del trasiego de esclavos. Entre los años de 1794 y 1829 encontramos la defunción de esclavos de la dotación del Cura Don José Casimiro Marrero de Toa Baja; y de la dotación del Cura Don Francisco del Pilar de Torres de Vega Baja. Pese al hecho de que participaban de la trata negrera, se aseguraban de que sus esclavos cumplieran con los sacramentos del bautismo y el matrimonio. El día 22 de octubre de 1818, Juan y Ana María, esclavos procedentes de San Tomás[7] propiedad del Cura Rector Francisco del Pilar de Torres (1805-1831) contraen matrimonio en la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario.


[1] Dicho proceso de reestructuración de las estadísticas vitales culminaría con el establecimiento del Registro Civil en 1885.

[2] Cementerio fuera de poblado. 13 de noviembre de 1813.

[3] Acta del 27 de abril de 1814. Folios 36 vlto. – 37.

[4] Acta del 30 de julio de 1820. Folio 49 vlto.

[5] Acta del 10 de enero de 1814. Folio 29 vlto.

[6]Memoria formada de orden del gobierno, sobre la enfermedad epidémica que se observó a fines del año próximo pasado en el pueblo de Vega-Baja y sus inmediaciones. En Boletín Histórico de Puerto Rico. Publicación bimestral. Fundador-Director Dr. Cayetano Coll y Toste. Tomo VII. San Juan, Puerto Rico. Tip. Cantero, Fernández & Co. 1920. Página 122.

[7] Desde que se prohibió el tráfico negrero mediante el decreto de 1817, Santo Tomás se convirtió en el centro de negocio negrero para Puerto Rico. Díaz Soler, Luis M. Op. Cit. Página 113.

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