Por Thomas Jimmy Rosario Martinez
Después de las doce de esta madrugada, me despertó un fuerte dolor de los de mi condición. Me encontré en una hacienda frutera de mi imaginación, entre latas de metal.
Cómo el dolor no era imaginado, era real, hundí el botón rojo y la amable enfermera dijo que vendría con la ayuda y así hizo.
Las venas ya no aparecen cómodamente, pero la joven en mi piel buscaba, como mi abuelo relojero Pipo en un reloj viejo, un «pelo» que estuviera deteniendo el mecanismo. Ella iba tras el espacio donde mi sangre hablaría de mi para nueve tubos que llevarían al laboratorio.
Recorrió mis manos varias veces y en algún sitio fue mi heroína, porque me explicó con su obra su pasión y me dejó con más esperanzas.
A Mr. Grinch le queda algunas horas para querer arruinarme la Navidad, pero hay angeles como el que describo, que están a mi alrededor, guardando mi paso, para permitir que sea afortunado en recibir el recuerdo que celebramos entre hoy y mañana y hacer que vibre, en nuestro corazón, como siempre.

