EV| Biografías de Vegabajeños: Julio Meléndez

Un gran educador, mi maestro, Mr. Julio Meléndez

Por Margarita Persico

Diario Vegabajeño de Puerto Rico, 27 de Febrero de 2015.

Grandes próceres—famosos escritores, inventores, y pintores tales como El Greco, Galileo Galilei, Vincent van Gogh, Emily Dickinson, y Edgar Allan Poe—fueron descubiertos después de su partida. El mundo no los supo reconocer o valorar a su totalidad mientras en vida. Como si hubiesen estado  “a las afueras del tiempo”,  un poco temprano para su añejamiento.

“El Político invierte a corto plazo. El escritor, a largo plazo”, escribió Julio Meléndez en A las Afueras del Tiempo, su ultimo libro publicado.

Yo tenía 16 años cuando conocí a Julio Meléndez. Él fue mi maestro de literatura en la Escuela Superior Lino Padrón Rivera de Vega Baja, Puerto Rico. El señor Meléndez fue muy querido y respetado por sus colegas, estudiantes y la comunidad en general. Los recuerdos que me gustaría compartir con ustedes es como él hizo una diferencia en mi vida, aunque yo no le volví a ver hasta el verano del 2013 cuando regresé a Puerto Rico. Sin embargo, fue mi mentor a través de sus consejos en clase los cuales resonaron conmigo por muchos años. El primero fue continuar con una buena educación.

Para aquellos que no le conocieron, déjenme contarles que el señor Meléndez fue también profesor universitario, un galardonado autor e historiador. Se destacó como ensayista, dramaturgo, crítico literario, poeta y novelista. Tuvo un periódico llamado El Petardo, escribió para el periódico El Nuevo Día. Fue el autor de una docena de libros, siete publicados (cuentos, novelas, una antología política, un guión); entre los libros inéditos está su biografía.

Antes de ser maestro, el señor Meléndez realizó numerosas profesiones: fue barbero, zapatero, fabricante de muebles, y músico. La profesión de barbero la aprendió por su cuenta, según me contó doña Generosa Pumarejo-Ortiz, su esposa por 62 años. Él trabajó de barbero los fines de semanas para sostenerse y poder ir a estudiar. Tenía numerosas profesiones ya que tuvo que dejar la escuela después de graduarse de octavo grado. En su ciudad natal de Vega Baja en el 1938 no tenían escuela superior, dijo Meléndez.

“Me hizo mi cuña cuando nací. Gabinetes de cocina para mi hermano. El tuvo un periódico llamado El Petardo. También escribió artículos para El Nuevo Día,”  compartió Marién Siaca, su hija, “también llevaba serenatas a las muchachas del barrio. Esos oficios los ejerció para ganarse la vida y cuando estaba en la UPR [Universidad de Puerto Rico] para tener dinero para comer y viajar a Vega Baja a ver a mamita! Así se conocieron, el pasaba todo el día del sábado y parte del domingo recortando al lado de donde vivía mamita!”

El pueblo costero de Vega Baja hoy es conocida por sus hermosas playas y un oasis ambiental, pero en aquellos tiempos la ciudad fue conocida como un líder en la industria azucarera. Tenían once ingenios azucareros que estaban en fuerte competencia para producir la mejor azúcar. Por esa razón, la ciudad también es conocida como “La Ciudad del Melao Melao”. Pero el pueblo no era un lugar prospero para todos. Habían muchas necesidades, entre ellas no habría escuela superior hasta el 1945, mucho menos universidad, como hoy en día.

Después de graduarse de octavo grado, al señor Meléndez se le hizo difícil viajar a una escuela superior en otro pueblo, ya que el año anterior, 1937, contrajo osteomielitis, una enfermedad de los huesos y le amputaron la pierna. Necesitaba terapia y educación vocacional la cual le ayudaría a sostenerse económicamente, ya que él era además huérfano. Pero con determinación, nada era imposible. Él caminaba con muletas casi seis kilómetros (3,7 millas) para llegar al pueblo de Vega Alta donde tomaba las clases de terapia vocacional. Eventualmente volvió a estudiar. Terminó la escuela superior, fue a la Universidad de Puerto Rico donde obtuvo un bachillerato en el 1952 y se licenció con una maestría en el 1963—ambas en Español.

La etapa de retos en su historia yo desconocía, y me enteré muchos años después entre la visita y conversación con él y su esposa. Como estudiante que fui del señor Meléndez aprendí sobre temas en tres áreas: la literatura, la escritura y la puntualidad. ¡Si, la puntualidad!

Literatura y Escritura

Aprendí a amar la literatura gracias a sus animadas y estupendas clases, su dedicación a la enseñanza y su genuino interés por sus estudiantes. Los libros que nos asignaba a leer abrieron un mundo desconocido, una ventana hacia otras costumbres y culturas, no solo la nuestra. Libros tales como El Gaucho Martín FierroDoña BárbaraDon Quijote de la ManchaLa CharcaLa Carreta, y muchos otros que nos tocaba leer para la clase. Prácticamente con el leímos de todos los géneros. ¿Cuál fue su genero preferido?—fue algo que no se me ocurrió preguntarle.

Pero en el programa de televisión “Desde Mi Pueblo”, hacen mas de 13 años, se le preguntó cual era su género favorito para escribir, el apunto:

“Como maestro de español que he sido por 42 años, pues me gustan todos los géneros literarios. Cada uno tiene una función. El cuento quizás me guste más, pero yo quiero a todo lo que he producido como quiero a mis hijos porque son productos de mi inspiración, de mis entrañas, de mis inquietudes.”

Doce libros escrito por don Julio Meléndez, siete publicados

Sus libros publicados:

  1. La carne indóciles (cuentos), 1964
  2. El buitre y la carroña (novela), 1969
  3. Literatura vegabajeña (antología política), 1967
  4. El telar de las sombras (cuentos), 1970
  5. Maldita tierra (novela), 1988
  6. La noche de Caín (dramaturgo), 1989
  7. A las afueras del tiempo (cuentos), 1995

Como estudiante entonces, yo no sabía que él era, o sería, una figura literaria notable, un prócer, e historiador de mi pueblo materno ancestral. Lo único que sabía es que él nos trataba con respeto y no perdió la oportunidad para darnos consejos.

Mi amor por la escritura es algo que comenzó en su clase, con los libros que nos dio a leer y nos asignó para escribir resumen de ellos. Cuando yo fui su estudiante, me había mudado recientemente a Puerto Rico desde EE.UU., donde yo nunca había tomado una clase de español. Su clase fue mi segunda clase de español, y mi primera de literatura. Mi español, estoy segura que era terrible, pero nunca él, ni mis compañeros en la escuela lo señalaron, siempre me hicieron sentir bienvenida.

La tercera lección que aprendí del señor Meléndez cuando tenia 16 años de edad fue sobre la puntualidad—lección la cual ha quedado arraigada en mi mente. Déjame que le cuente cómo aprendí esa lección.

Un día soleado, distraída después del almuerzo en el patio de la escuela me quedé demasiado tiempo entretenida con otros estudiantes. Cuando llegué a la clase, Mr. Meléndez me dijo:

“Margarita, usted siempre llega tarde a clase.” Hasta a su funeral llegará tarde, él agregó.

Pensé que era una broma, mientras me reía, procedí a sentarme. Tan pronto me senté, la campana de la escuela sonó. ¡Ya era hora de ir a la siguiente clase!

Él nunca volvió a hacer comentarios sobre mi tardanza aquel día, y claro, yo nunca volví a llegarle tarde a su clase.

Julio Meléndez tenía un gran sentido de buen humor, además de ser muy amable nos cantaba y recitaba poesías.

Como él hizo una diferencia en mi vida fue al yo seguir sus consejos de continuar mis estudios. Obtuve un bachillerato en ciencias de computadora y años después, como el nos aconsejó, hice una maestría en periodismo.

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