
Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
(Partes de este escrito aparecen en Ser Vegabajeño es un sentimiento, publicado en Fototeca Jimmy Rosario el 9 de febrero de 2021)
Desde muy jóven, he reflexionado sobre Vega Baja. He estudiado muchos de los aspectos de su proceso histórico y a mi edad, continúo investigando sobre el pasado y el presente en forma individual y colegiada.
El instrumento que creamos, la Escuela de la Historia Vegabajeña, es una de las instituciones culturales locales que sostienen ese fervor por descubrir las influencias culturales y la hechura propia de nuestros compueblanos, pero es individualmente, trabajando en iniciativas personales, que realmente se logran objetivos de la comprensión social. La suma de todos esos esfuerzos, es la verdadera historia vegabajeña.
Conocemos el trabajo que dejó en su paso por el Gobierno Municipal de Vega Baja el historiador Wilhelm Hernández Hernández y los esfuerzos que ha hecho la presente administración con la participación directa del alcalde y la ayuda del Centro Histórico Luis de la Rosa Martínez, la continua gestión de investigación de historiadores locales como Carlos M. Ayes Suárez, que nos tiene en ascuas con un trabajo importante que fue el objeto de su tesis doctoral, las aportaciones que de tiempo en tiempo hacen Luis Mejías Astol y el deportista José Manuel Portela.
Fuimos privilegiados con los libros de Elmer Gautier Rodríguez y la segunda edición de la historia de la industria Caribe China por José Luis Colón González quien llevó su obra a otros lugares importantes fuera de Vega Baja.
No podemos olvidar a historiadores vegabajeños que fuera del tema local enriquecen la historia puertorriqueña como Eduardo Rodríguez Vázquez y Alejandro Torres Rivera, quienes mantienen su relación como vegabajeños de excelencia que son. Omito otros nombres importantes que tendrán su justo reconocimiento individual pronto.
Existe en mi mundo imaginario una bibliografía extensa sobre la historia de nuestra ciudad, pero no la conocemos. Escondidos en algunas bibliotecas hay libros de vegabajeños, algunos de los cuales no son producto directo de la investigación histórica, pero tienen en su contenido mucha información importante para poder elaborar el armazón para muchas historias locales. A medida que el tiempo pasa, la verdad se aleja pues esas fuentes de la historia van desapareciendo.
Creo que en esta etapa debemos repensar qué y cómo se escribirá la historia para cuando no estemos. No me imagino dejar fuentes inalcanzables que no puedan ser consultadas y que no permitan una historia más completa y real. Debemos pues, comenzar un diálogo básico para poner disponible la infinita cantidad de documentos, publicaciones, objetos y toda clase de fuente de información primaria y secundaria sobre nuestro pueblo.
Este tema debe estar presente en todos los programas de los candidatos políticos a alcalde. En la presente administración se han hecho algunos atisbos exitosos, pero ha habido muchos fracasos por la dirección equivocada de los proyectos.
Esto no puede hacerse en forma desordenada, sino metódica. Debe haber un orden y unas prioridades, nunca la selección discriminatoria especialmente matizada por querer hacer favores políticos, de difundir publicidad intencionalmente subliminar a costa de los ciudadanos ni de ser selectivo con quien ofrece la educación y los grupos que la reciben. Eso daña el concepto de la historia, libre y pensada, que deben tener los ciudadanos.
La verdadera historia, aunque sea de diversidad de opiniones, solo lo puede dar el consenso y la participación de los que ya se han ocupado de la materia que tienen un concepto particular del todo y los pinos nuevos que van apareciendo interesados en hacer de esta materia una experiencia seria y aleccionadora, que pueda incluso servirnos de oráculo para poder enfrentar el futuro.
Hace años que expresamos que ser vegabajeño es un sentimiento. Y es un sentimiento de amor y de agradecimiento que ha producido la interacción en las escuelas, comercio, industria, actividades culturales, religiosas, políticas y deportivas y en nuestros triunfos y tragedias. Para construír esa historia es menester contar con todos, pues no hay personas ni sucesos menos importantes para lograrlo.
No seamos mezquinos con la historia vegabajeña ni tratemos de aprisionarla por lo que creamos que sea la propio. El mejor plan para salvar el pasado es elaborando un plan coordinado y colegiado para que la nuestra y próximas generaciones tengan los recursos necesarios para conocer su pasado y poder usar ese recurso en innumerables maneras para planificar un mejor futuro.
