
Por Luis de la Rosa Martínez
(Publicado en VB 1776-1976, Ediciones Bicentenario de Vega Baja, Junta del Bicentenario, Gobierno Municipal de Vega Baja, 1975)
Mucho antes de que español alguno pisara el territorio conocido como el Sebuco, habitaba esta región un nutrido número de indios. Al llegar los conquistadores y colonizadores, una de las primeras cosas que hicieron fue repartirse los indios entre ellos. A estos repartimientos de indios se le conoció como la institución de la encomienda.
Uno de los más destacados caciques de las tribus que por ahí existían, se llamaba Guacabo. Originalmente Guacabo perteneció a don Juan Ponce de León, pero al venir don Juan Cerón como Alcalde Mayor de la isla y hacer un nuevo repartimiento, le quitó Guacabo a Ponce de León y el cacique de Sebuco pasó encomendado a otro español.
Prueba de la abundante presencia de indios en toda esta región la constituye la gran cantidad de monumentos que, como testimonio mudo (grabados, imágenes, etc.) se han encontrado y siguen apareciendo en casi todos los barrios de Vega Baja.
Los historiadores dicen que el pueblo de Vega Baja se fundó en el año 1776 con el nombre de de La Vega-baxa del Naranjal de Nuestra Señora del Rosario. Abundaban los árboles de citrosas por estos contorno y de ahí lo del Naranjal. La tradición oral revela que el Capitán Poblador del nuevo pueblo establecido lo fue don Antonio Viera. Fue don Antonio la persona que solicitó formalmente ante el Gobierno Superior el reconocimiento de Vega Baja como pueblo, en representación y por delegación de un grupo de vecinos que ya hacía tiempo que por aquí habitaban.
La persona que donó las tierras para la erección del pueblo fue don Manuel Negrón. Doscientas cuerdas (una caballería) regaló Don anuel y este gesto desprendido, sumado a su recia personalidad influyó sobre el gobernador de la isla que le nombró Teniente a Guerra (lo que hoy equivale al cargo de Alcalde) del pueblo de Vega Baja.
Durante el pasado siglo 19, la agricultura fue la actividad principal y la industria de mayor desarrollo en todo el territorio de La Vega. Al paso de los años fue el cultivo de la caña de azúcar el que se impuso. Esto trajo consigo un aumento en el número de esclavos que vinieron a vivir a las fértiles y aluviales tierras bañadas por el río Cibuco.
En el 1948, dado el maltrato recibido y al deseo de libertad de algunos esclavos, hubo una revuelta de éstos en Vega Baja. Los esclavos que participaron en la rebelión pertenecían todos a los más grandes y ricos hacendados del barrio Cabo Caribe. No fueron muchos los esclavos que pariciparon en la revuelta y poco lograron, pero sí fue grande el escarmiento aplicado por el gobierno. Un esclavo -Miguel- fue fusilado en presencia de cierto número de esclavos de cada hacienda del partido y los esclavos Florencio y Manuel Grande fueron condenados a prisión por ocho y dos años, respectivamente.
Durante gran parte del siglo pasado, casi todos los productos se importaban o exportaban en Vega Baja hacia la capital y otros puntos, por un embarcadero público construido en el río Cibuco y a una distancia relativamente cerca de la población. Por tierra, el camino que conducía hacia San Juan hacía que el viajero tuviera que pasar por el Portón de las Damas (Localizado al Sur del lugar en donde está hoy la Urbanización Brasilia) y luego cruzar el río por el ya desaparecido Puente de las Infantas, localizado entonces mucho más al norte del lugar donde se encuentra hoy el antiguo puente de la Vega.
Don Leonardo Igaravídez fue el hombre que mayor impulso dio a la industria azucarera. Esto le valió el título de Marqués de Cabo Caribe y su iniciativa tuvo mucho que ver con el establecimiento de La San Vicente, que fue la primera Factoría Central Azucarera en operar en Puerto Rico. La Central San Vicente se estableció en 1872.
Fue tal el desarrollo e importancia que por el aumento de población, de su industria y comercio tuvo Vega Baja, que el Rey de España le concedió el título de Villa a la municipalidad, el 6 de mayo de 1882. A partir de esa fecha nos convertimos en la villa de Vega Baja.
Tres años más tarde,-18 de junio de 1885- volvió el Rey y por las mismas razones, a honrar el Ayuntamiento de Vega Baja, concediéndole el tratamiento de Ilustre Ayuntamiento.
Ya moribundo el pasado siglo, al ocurrir el cambio de soberanía, ocupaba el cargo de Alcalde de Vega Baja el señor Tulio Otero Ramírez. Recayó sobre este señor la obligación de arriar la bandera española e izar la norteamericana como símbolo del nuevo poder imperial que nos tomaba.
