
Por Dr. Carlos M. Ayes Suárez
Introducción.
La definición de la región conocida como el Caribe se nos presenta como un problema definitorio inicial al tratar de delimitar la región que abarca la discusión del tema del indigenismo como movimiento supranacional. Si bien es cierto que autores tales como Girvan plantean que no existe una definición final de lo que es el Caribe, otros autores tales como Parry et al[1] y Rogozinski[2] definen el Caribe como una región comprendida por el archipiélago de islas conocidas como las Antillas Mayores y Menores.
Ambos autores nos presentan una definición del Caribe geográfico desde la óptica de los territorios anglófonos. Aunque Girvan, también anglófono, se distancia parcialmente de dicha definición, considera que la geografía conjuntamente con otros aspectos sociales, políticos y económicos, sirve de fundamento para una posible definición del Caribe.[3] En el análisis de las definiciones se advierte que indistintamente de que se proponga una definición desde la óptica geográfica o se concluya de que no se puede advertir una definición para la región comprendida por el Caribe encontramos que el indigenismo, aunque tiene una amplia difusión en los territorios caribeños, adquiere mayor importancia en los territorios hispanoparlantes. Gaztambide plantea que resulta necesario “…buscar esa cultura compartida, esa unidad en la diversidad –a partir de las experiencias del pasado–, en los nacionalismos, los mestizajes, las religiosidades populares, los multilingüismos, las migraciones, las creatividades y las insularidades.”[4]
Es precisamente como parte de esa diversidad cultural compartida que encontramos en Puerto Rico los movimientos hispanistas (europeístas para los territorios no hispanos), negristas e indigenistas que pese a que acusan variantes en cuanto a origen y formas de territorio a territorio observan su cénit de desarrollo en todas sus manifestaciones durante el periodo de la Gran Depresión. Para Gaztambide la categorización socioeconómica del Caribe como una zona cultural tiene su origen en el sistema de plantación esclavista.[5]
Y es que los territorios hispanos, francófonos, anglófonos y de habla holandesa no solo comparten una historia relacionada con el capitalismo mercantil sino que representan una traspolación de los conflictos imperiales europeos al escenario caribeño. Tanto Bosch[6] como Gaztambide[7] plantean que no solo representan las pugnas por el control de los nuevos territorios y de sus recursos sino la resistencia de los pueblos caribeños. Aunque Pierre-Charles ve en la diversidad de los territorios del Caribe un obstáculo para la unificación de la región,[8] Gaztambide plantea que es, precisamente, dicha diversidad cultural la que a través de los años propende a la unificación de la misma.[9]
El concepto de la contracultura.
El autor francófono Pierre-Charles plantea que la contradicción principal entre una nación colonial oprimida y una nación colonizadora se encuentra en la instancia cultural.[10] El sociólogo Albert Memmi, precursor de los estudios sobre el colonialismo francés en el continente africano observa cómo los colonizadores estructuran un sistema educativo dirigido a la pérdida de la memoria histórica de los colonizados con el propósito de mantener su hegemonía en el territorio.[11] Por eso es que mediante el sistema educativo se oculta la historia de los colonizados y se suplanta con los hechos históricos sublimizados de los colonizadores.[12]
La resistencia de los pueblos caribeños al despojo de sus recursos y a la agresión cultural de parte de las potencias imperiales ha tomado distintas formas, las cuales han contribuido a la conformación de lo que autores como Pierre-Charles definen como una ideología de la liberación. Para este autor, como parte de dicha ideología, se ha producido un espacio de contracultura que permite el que los pueblos oprimidos se resguarden mientras se robustecen sus fuerzas desiguales frente a los agresores para futuros enfrentamientos.[13]
Esa resistencia a la alienación o a la pérdida del sentido de identidad de los colonizados, también conocida como zombificación, ha tomado principalmente la forma de defensa de la cultura mediante el desarrollo de movimientos relacionados con las expresiones culturales propias de los diversos grupos étnicos que habitan los territorios coloniales o neocoloniales. Para Depestre el “cimarronaje cultural” tiene como propósito para los colonizados el escapar de la hegemonía de la colonia.[14]
Sin embargo, ambos autores consideran que los movimientos culturales que se han desarrollado como parte de dicho “cimarronaje” son en lo esencial inofensivos para el sistema colonial por carecer de una definición de clase que concluya que la contradicción principal entre los colonizados y los colonizadores no es esencialmente cultural, sino que se fundamenta en la apropiación del trabajo humano como parte del modo de producción capitalista.[15]
Pero es como parte de esa realidad política que durante el periodo definitorio que representó para los territorios caribeños la crisis cíclica que enfrentaron los diversos polos capitalistas que mantenían su control hegemónico en el Caribe, que surgen los movimientos hispanistas, indigenistas y de la negritud. Si bien es cierto que estos movimientos son en esencia de carácter supranacionales, la realidad es que el desarrollo de uno y otro movimiento en los territorios caribeños tuvo matices particulares de mayor o menor preponderancia.
Surgimiento del indigenismo durante el periodo de auge de la trata negrera en Puerto Rico.
Aunque el tema indigenista en la literatura puertorriqueña adquiere una connotación de resistencia nacional durante el siglo XIX, el mismo tiene su origen en los relatos de los Cronistas de Indias entre los siglos XVI y XVIII. El siglo XIX marca en nuestra historia de pueblo el periodo definitorio de nuestra conciencia étnica.[16] De hecho, autores como Manrique Cabrera ven en el desarrollo de la lírica indigenista del siglo XIX la continuación histórica del tratamiento de dicho tema en la cultura occidental.[17]
La lírica indigenista conforma parte del proceso de diferenciación étnica que, conjuntamente con otras manifestaciones culturales, inciden en la definición de nuestra personalidad colectiva.[18] En el momento en que el poeta Daniel de Rivera sentencia como parte de su poema “Agüeybana el bravo” que “…parta a España el que nació en España” se observa lo que Gérard Pierre-Charles define como parte del proceso de resistencia a la enajenación y de toma de conciencia de la realidad que se vive en los territorios caribeños.
Pese al hecho de que la poesía indigenista tiene su origen en el momento en que se mantenía el sistema esclavista y tiene su desarrollo al margen de la condición de sojuzgamiento de los negros, representó en ese momento (parafraseando a Pierre-Charles) una de las “…expresiones más progresistas…al servicio de la transformación revolucionaria de la realidad.”[19] La servidumbre negra abarca prácticamente todo el Siglo XIX. Al margen de dicha realidad el tema del puertorriqueño mestizo halló espacio en la literatura para el mismo periodo. Con la publicación del drama La Cuarterona de Alejandro Tapia y Rivera se incorporaría el tema del mestizaje como embrión del tema de la negritud en la literatura puertorriqueña;[20] tema que tomaría auge como parte del Movimiento Modernista de nuestras letras y trascendería a nivel regional como parte del Movimiento de la Negritud caribeño.
El indigenismo y la defensa del idioma español como expresiones reivindicativas de carácter nacional.
El desarrollo del movimiento literario conocido como la Generación de los Treinta, representó como expresión literaria una de las manifestaciones más concretas de contracultura o cimarronaje cultural en Puerto Rico. Como movimiento literario rompe con el Movimiento Modernista cuyos fundamentos ideológicos estaban siendo resquebrajados por la profunda crisis social y económica que encaraba la colonia como consecuencia del periodo recesionista de la gran depresión económica en que estaba sumido el sistema capitalista.[21]
La invasión estadounidense iniciada el 25 de julio de 1898, no solo representó una ruptura en términos políticos y económicos con España sino que significó una ruptura en el desarrollo de nuestras diversas expresiones culturales, particularmente las literarias. La imposición del idioma inglés de parte de los invasores se sumó a la crisis incidiendo en el desarrollo de una actitud de resistencia de los colonizados entre cuyas formas tuvo un papel preponderante las expresiones literarias. Pero particularmente, la defensa del idioma español.[22]
Aunque el desarrollo del indigenismo y del negrismo en la literatura puertorriqueña parte del umbral mismo de nuestras letras durante el Siglo XIX[23], no sería sino hasta la década de 1930 que los mismos conformarían parte del ascendente nacionalismo cultural que tendría su contraparte en el surgimiento de un beligerante nacionalismo político liderado por Don Pedro Albizu Campos el que contrapone el hispanismo a las estratagemas imperialistas de asimilación.
Pese al hecho de que ambas corrientes literarias (indigenismo y negrismo) surgen hermanadas durante el periodo de plenitud romántica de nuestras letras, el negrismo se quedaría rezagado frente al indigenismo en el momento en que se observa el desarrollo y auge de dicho movimiento en el resto del Caribe. Tanto en los territorios hispanoparlantes como anglófonos, francófonos y holandeses se observa el desarrollo de distintos movimientos de resistencia cultural los cuales tendrían en común el intento por revalorar las aportaciones de sus respectivas poblaciones negras y mestizas.
Aunque en Puerto Rico dicho proceso de revaloración se inicia contemporáneamente con las innovaciones líricas del poeta guayamés Luis Palés Matos, el surgimiento del mismo quedaría en un segundo plano frente a los movimientos hispanistas e indigenistas. El desarrollo que no alcanzó en la literatura se observaría durante el periodo de la post-guerra en otras manifestaciones culturales tales como la música, el baile, las fiestas populares y las artes plásticas como parte del dirigismo cultural gubernamental a través tanto de la Universidad de Puerto Rico como del Instituto de Cultura Puertorriqueña.[24]
El movimiento de la negritud en el Caribe.
El surgimiento de la poesía negra en nuestra literatura se observa durante el mismo periodo en que esta surge en el resto de los territorios caribeños.[25] El surgimiento de dicho movimiento en el Caribe corresponde a lo que Pierre-Charles ha definido como “expresiones reivindicativas de carácter nacional.”[26] Entiende el mismo que en la medida en que las instancias culturales representan la contradicción principal entre las naciones coloniales oprimidas y las naciones colonizadoras, la literatura podría corresponder a una de las tantas expresiones reivindicativas entre éstos.[27]
En la década de 1930, se desarrollan una serie de procesos ideológicos y luchas sociales que contribuyen a estimular el sentimiento anticolonialista y antimperialista en los territorios caribeños. Pierre-Charles ve en el movimiento de la negritud una corriente de reivindicación histórica que conforma parte de un proyecto mayor de liberación integral.[28] La ideología de la liberación que entraña dicha concepción es considerada como un acto de contracultura. Es decir, como un esfuerzo por llevar a cabo una reivindicación anticolonial enmarcada en una propuesta revolucionaria de la negritud contrapuesta al racismo caucásico. Pero dicha propuesta toma forma en las expresiones literarias de cada uno de los territorios caribeños como parte del desarrollo del nacionalismo cultural.
Sin embargo, Depestre plantea que el enfoque del movimiento de la negritud tiene que ampliarse liberando el análisis y reevaluando los fenómenos socioculturales del imperialismo conceptual y metodológico mediante la americanología.[29]
Americanología
El indigenismo dentro de la literatura antillana es considerado como una expresión americanista.[30] Pero no solo conforma parte de dicha expresión, sino que es parte sustancial de la misma.[31] Tanto Corchado Juarbe (1985) como Corretjer Montes (1970) comparten la opinión de que el tema del indigenismo conforma parte de la resistencia puertorriqueña al régimen interventor estadounidense en Puerto Rico.
Dicho movimiento, conjuntamente con los movimientos de la negritud y del hispanismo, representan lo que Depestre define como una heterogeneidad americanista que en última instancia resulta favorable para todos los pueblos del Caribe.[32] La idea de que Puerto Rico conforma parte de las naciones hispanoamericanas se aprecia en la lírica de contenido indigenista de diversos autores. Pero es la lírica de Juan Antonio Corretjer Montes donde mejor se aprecia la idea generalizada en nuestro país de que la nación puertorriqueña es el resultado de un proceso de transculturación de los elementos indios, españoles y negros.[33]
Conclusiones
Cuando Depestre plantea que el Movimiento de la Negritud es en esencia un movimiento social inofensivo para el imperialismo fundamenta su planteamiento en el hecho de que dicho movimiento carece de un contenido revolucionario que lejos de ver la explotación de los trabajadores en el sistema capitalista como una contradicción, plantea que la contradicción principal se encuentra en la instancia cultural. Son pocas las excepciones a dicha tendencia en el Caribe. Tanto la revolución cubana como el movimiento revolucionario puertorriqueño han hecho uso de la literatura como parte de sus respectivas resistencias nacionales a las agresiones intervencionistas y hegemónicas del imperialismo estadounidense.
Con el surgimiento y desarrollo de las ONG, el Movimiento Indigenista ha logrado la aprobación de leyes proteccionistas del patrimonio arqueológico y se ha insertado en las iniciativas de la AIAC en un esfuerzo por estrechar lazos de colaboración. El indigenismo en Puerto Rico, más allá de su distribución regional como parte de la literatura de muchos de los territorios caribeños, ha estado, a decir de Pierre-Charles, al servicio de la transformación revolucionaria de la realidad de nuestro pueblo.
Aunque el Movimiento de la Negritud tuvo su alcance en el desarrollo de nuestra literatura desde el año de 1927, cuando se publica “Pueblo Negro”, no ha tenido el arraigo ni la difusión que el indigenismo ha tenido desde los albores mismos de nuestra formación como pueblo. Tal vez se trate de que “fueron nuestros últimos paisanos realmente libres”.
BIBLIOGRAFIA
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Rogozinski, Jan. A brief history of the Caribbean: from the Arawak and the Carib to the present. United States of America. A Meridian Book. 1994. Páginas 324.
[1] Parry, J.H.; Sherlock, Philip. Historia de las Antillas. Argentina. Editorial Kapelusz. 1976. Para los autores el Caribe corresponde al conjunto de islas conocidas como Antillas Mayores y Menores. Sin embargo, plantean que “El Caribe…ha sido un lugar de encuentros y cruces, un lugar de paso antes que un corredor entre países sin conexión con el exterior.” Página IX.
[2] Rogozinski, Jan. A brief history of the Caribbean: from the Arawak and the Carib to the present. United States of Puerto Rico. A Meridian Book. 1994. El autor comparte la misma noción del Caribe que Parry et al. Aunque está consciente de que algunos autores incluyen territorios continentales, entiende que ambas conforman dos regiones distintas. Por eso hace énfasis en la evolución interrelacionada de la economía, las instituciones políticas y las formaciones sociales. (Rogozinski, 1992: VII)
[3] Girvan, Norman. Reinterpretar el Caribe. University of the West Indies. Revista Mexicana del Caribe Número 7, 2000. Copia digital en el archivo del autor. El autor plantea que “Una posición apropiada es sostener que no hay una definición “precisa” o consumada; la definición del Caribe podría fundamentarse en el idioma y la identidad, en la geografía, en la historia y la cultura, en la geopolítica, en la geoeconomía o incluso en la pertenencia a un organismo regional.”
[4] Gaztambide Geigel, Antonio. El Caribe: Insularidad y cultura compartidas. Universidad de Puerto Rico. Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. S.F. Copia digital en el archivo del autor.
[5] Idem.
[6] Bosch, Juan. De Cristóbal Colón a Fidel Castro: El Caribe Frontera Imperial. Santo Domingo, República Dominicana. Editorial Alfa y Omega. 1986. Anota el autor que “La historia del Caribe es la historia de las luchas de los imperios contra los pueblos de la región para arrebatarles sus ricas tierras; es también la historia de las luchas de los imperios, unos contra otros, para arrebatarse porciones de lo que cada uno de ellos había conquistado; y es por último la historia de los pueblos del Caribe para libertarse de sus amos imperiales.” Página 12.
[7] Gaztambide. Op. Cit. Observa el autor que “Porque las sociedades del Caribe – sobre todo de las Antillas pero incluyendo al Caribe cultural – se confirman a cada paso fraguadas por los modernos imperios del mundo atlántico y por la resistencia de nuestros pueblos frente a ellos.” Ibid.
[8] Pierre-Charles, Gérard. El pensamiento sociopolítico moderno en el Caribe. México. Fondo de Cultura Económica. 1985. Página 111.
[9] Gaztambide Géigel, Antonio. Op. Cit.
[10] Pierre-Charles, Gérard. Op. Cit.
[11] Memmi, Albert. Retrato del colonizado. Buenos Aires, Argentina. Ediciones de la Flor. 1990. Advierte el autor que “La carencia más grave que experimenta el colonizado la constituye el hallarse situado fuera de la historia y fuera de la ciudad. La colonización le suprime toda participación libre así en la guerra como en la paz, toda decisión que contribuya al destino del mundo y al propio, toda responsabilidad histórica y social.” Página 102.
[12] Idem. Página 113.
[13] Pierre-Charles, Gérard. Op. Cit. Página 111. Comenta el autor que “Esta estratagema…enriqueció los demás componentes del proceso formador de la nacionalidad, contribuyendo a enriquecer la ideología de la liberación y a ampliar el espacio de contracultura, donde los pueblos sometidos podían guardar y robustecer sus fuerzas para futuros combates.”
[14] Depestre, René. Saludo y despedida a la negritud. En Africa en América Latina. (Relator Manuel Moreno Frajinals). Copia digital en propiedad del autor. Página 344.
[15] Depestre, René. Op. Cit. Copia digital en propiedad del autor. Plantea el autor que “Lejos de armar su conciencia de clase contra las violencias del capitalismo, la negritud disuelve sus negros y negroafricanos en un esencialismo perfectamente inofensivo para el sistema que despoja a hombres y mujeres de su identidad. Actualmente los “negrólogos” de la negritud la presentan bajo la forma de una concepción del mundo exclusiva de los negros, dentro de sociedades americanas o africanas, independientemente de la posición que éstos ocupen en la producción, la propiedad y la distribución de los bienes materiales y espirituales.” Copia digital en el archivo del autor. Página 337.
[16] Gérard Pierre-Charles plantea que la “Resistencia a la enajenación y toma de conciencia se da en la instancia literaria.” Op. Cit. Página 110.
[17] Manrique Cabrera, Francisco. Historia de la literatura puertorriqueña. Río Piedras, Puerto Rico. Editorial Cultural, Inc. 1982. Según Manrique Cabrera “La publicación del poema épico “Agüeybana el Bravo” de Daniel de Rivera representa la continuación histórica del tratamiento del tema indígena en nuestras letras desde los primeros años de cultura occidental…” Página 112.
[18] Corchado Juarbe, Carmen. El indio: su presencia en la poesía puertorriqueña. Río Piedras, Puerto Rico. Editorial de la Universidad de Puerto Rico. 1985. Anota la autora que “El tema indianista se ha recreado con el propósito de definir nuestra personalidad de pueblo en su aspecto racial y espiritual, como una manifestación autoctonista iniciada desde el pasado siglo XIX, cuando la preocupación por la definición de lo puertorriqueño comenzó a manifestarse en todos los aspectos de la vida nacional, incluyendo la literatura.” Página 254.
[19] Pierre-Charles, Gérard. Op. Cit. Página 127.
[20] Manrique Cabrera, Francisco. Historia de la literatura puertorriqueña. Río Piedras, Puerto Rico. Editorial Cultural, Inc. 1982. Página 117.
[21] Manrique Cabrera, Francisco. Op. Cit. Página 289.
[22] Manrique Cabrera, Francisco. Op. Cit. Anota el autor que la “Renovación y enriquecimiento de la lengua en aquella hora suponía afirmar nuestro ser tradicional remozándolo. Equivalía a reorientarnos en términos de cultura literaria dentro de los cauces que hasta el ’98 nos habían sido propicios; suponía, en fin, reafirmarnos en el esfuerzo de consolidar lo propio después de aquellos angustiosos días de vacío espiritual con que se nos cerraba el siglo recién ido y amanecía el nuevo.” Página 232.
[23] Ibid. Páginas 107-155.
[24] Hernández, Rafael. ¿Economía de la cultura o cultura de la economía? Notas al margen de nuestras políticas culturales. En Cultura, sociedad y cooperación: ensayos sobre la sociedad civil del Gran Caribe. (Coordinadores Antonio Gaztambide Géigel y Rafael Hernández) San Juan, Puerto Rico. Centro de Investigaciones y Desarrollo de la Cultura Cubana “Juan Marinello” y Grupo Inter-Civil del Proyecto Atlantea, Universidad de Puerto Rico. 2003. Páginas 25-33.
[25] Manrique Cabrera, Francisco. Op. Cit. Anota el autor que “Hacia 1925, Palés escribe Pueblo Negro, poema con que empieza una página de suma novedad literaria en la América Hispana. Se trata de un hallazgo. Voces de abolengo negro, portadoras de ritmos novedosos que iban un poco contra la ortodoxia retórica y símbolos de gran riqueza expresiva empiezan a surgir de éste y de otros poetas antillanos, para sorpresa de muchos espíritus avisados.” Página 256.
[26] Pierre-Charles, Gérard. Op. Cit. Página 99.
[27] Idem. Página 105.
[28] Idem. Página 119.
[29] Depestre, René. Op. Cit. Página 350.
[30] Corchado Juarbe, Carmen. Op. Cit. La autora plantea que “La presencia de este tema en nuestra lírica es parte sustancial de la manifestación americanista propia de la poesía antillana e hispanoamericana: además, surge y se mantiene presente en la conciencia poética puertorriqueña por motivaciones de carácter histórico, político y cultural. A través de su recreación, los poetas intentan manifestar la insatisfacción que sienten ante la posición de colonia que ha caracterizado el proceso histórico de nuestro pueblo…” Página 253.
[31] Idem.
[32] Depestre, René. Op. Cit. Anota el autor que “Bajo el régimen de plantación, y bajo los sistemas nacionales igualmente opresores que le han sucedido, los africanismos, indianismos y europeísmos iniciales han desembocado, trasmutados mediante la confrontación metabólica de sus elementos propios, en una singular vitalidad: una heterogénea americanidad que ha resultado recíprocamente provechosa para todos los pueblos de nuestra original familia de sociedades.” Página 340.
[33] Corretjer, Juan Antonio. Yerba Bruja. San Juan, Puerto Rico. Biblioteca Popular, Instituto de Cultura Puertorriqueña. 1970. Anota el autor en el prólogo de su libro que “Nuestra patria es una nación hispanoamericana. Somos los descendientes de indios, españoles y negros. Y en la transculturación de estos elementos, que nos completó nación, nuestro común denominador es lo hispánico. ¿A qué, entonces, nuestra constante evocación literaria del indio y de lo indígena? ¿Resonancia a secas del romanticismo? No. Es que secretamente nos conmueve el sacrificio de los que fueron nuestros últimos paisanos realmente libres. Nuestra añoranza indiana es nostalgia de la libertad.” Páginas 10-11.
