
Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
En Vega Baja, el reciclaje no existe, a pesar de las campañas publicitarias del gobierno municipal. Reciclar, por definición, es someter un material usado a un proceso para que se pueda volver a utilizar (Real Acedemia Española).
Antes, en Vega Baja las botellas de cristal se reutilizaban por las compañías de leche o de refrescos. Las personas que consumían productos en sus hogares las devolvían al comercio y éstas al manufacturador, en unas cajas de madera con sus correspondientes compartimientos, se lavaban y volvían al mercado. Los «potes de leche» hoy día son «cartones de leche» y los refrescos de botella no se reciclan como en los Estados Unidos y otras partes del mundo.
Recuerdo de niño que Martín «Chalie Ham»[1] Maldonado tenía una fábrica de hacer orchatas en la calle Acosta. Allí preparaba el líquido, lo embotellaba, sellaba y vendía en los comercios locales. Las botellitas eran como de 8 onzas, si mal no recuerdo. Eso era reciclaje. En Manatí había la Orchadina Medina y varios pueblos tenían sus productores. Por razones de sanidad, las licencias locales fueron mermando para los productores del país.
La lata vino a reemplazar a la botella de cristal, aunque algunos productos se envasan tanto en cristal, metal o cartón. Aquello de cambiar chinas por botellas, era una práctica de los revendedores de frutas, quienes por unos centavos intercambiaban las chinas por botella usadas y luego las convertían en efectivo en el comercio. Así vendían su producto por trueque al equivalente de un valor en el que podían obtener una ganancia.
La realidad es que el gobierno municipal anuncia y publica un proceso de reciclaje pero en ello lo que va es la ventaja de fondos externos para emplear personas y mantener un servicio que en realidad agrupa basura, pero que enventualmente va a tener al mismo sitio de los demás desperdicios sólidos como relleno sanitario.
Y aun cuando es limitado lo que recoje y en los sitios que lo hace, no tiene parece tener ninguna ventaja al ambiente, sino a una atractiva pero fantasiosa idea de que los desechos vuelven a su utilización original, lo que no ocurre.
Cuando abrimos los ojos, nos percatamos que no hay sustancia en esta agenda municipal.
[1] El sobrenombre de Charlie Ham venía de su parecido a un boxeador de la época. Martín también boxeaba en su juventud, de acuerdo a su hijo Edwin Maldonado Martínez y al Lcdo. José Juan Rodríguez Bonhome.
