
Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
Maray Bonilla nos informa y confirma el fallecimiento de Sarita Córdova. En su juventud y nuestra adolescencia era la hermosa y excelente persona que daba la clase de Salud en la Escuela Superior de Vega Baja, cuando ésta aun no tenía el nombre de Lino Padrón Rivera.
Todos, por la oportunidad de conocer sobre la sexualidad de una fuente respetuosa y didáctica, querían estar en la clase de esta dama. Era una mujer dulce pero firme; todo era elogios sobre su persona y el método que utilizaba para educar.
Después de su retiro tuvo visibilidad como protectora de animales, que le costó hasta acusaciones injustas por supuesto maltrato, cuando en su labor las mismas instituciones de protección, por celo, le negaban la cooperación. Ella no podía mantener un albergue como el que pretendió en una casa de la antigua Central San Vicente, pero igual dedicaba su tiempo, sus recursos, cuando había más críticas que agradecimiento y menos ayuda. Fue difícil para ella, quien dedicaba los siete días de la semana desde temprano en la mañana a recoger, alimentar y curar de heridas a los animales que dejaban abandonados en la carretera del frente, hasta que por razones legales y personales no pudo más.
Una vez presencié al juez José Meléndez hacerle justicia al permitirle quedarse en su propia oficina como amparo para protegerla de un arresto y encarcelación, hasta que consiguiera una orden revocatoria. En una ocasión le dijeron que ella apestaba igual que los animales bajo su cuido y hasta esa infamia tuvo que soportar, además de los rótulos de odio anónimos que le dejaban en el santuario.
El amor de esa mujer por los seres humanos y por los animales fue heroico, constante y ejemplar. Debemos recordarla como fue, una mujer llena de energía positiva, tierna pero indomable. Y sin duda, una de las mejores vegabajeñas que han existido en nuestra historia local.
