
Por Thomas Jimmy Rosario Martínez
Un aspecto magnánimo de la personalidad del deportista Manel Portela era su amor por su familia. Comenzaba con su amada Pilar Vales, de quien en su presencia o en su ausencia siempre demostraba un respeto casi idólatra, destacando sus virtudes, su lealtad y su historia con ella. Recuerdo que cuando se enfermó, al explicarme el percance de salud que le había ocurrido a su compañera de vida, ese hombre voluminoso se compungió como un niño y hasta dejó de hablar por unos segundos, asomándose un aguache en sus ojos.
Igual era con sus hijos, nietos, sobrinos y demás familiares. Le gustaba hablar de lo que estaban haciendo. De su padre, a quien conocí primero que él como compañero abogado quien me dió innumerables buenos consejos, hablaba con mucho respeto porque había sido estricto con él para lograr formarlo como un ser independiente y autosuficiente. De sus familiares colaterales, hablaba mucho de su tía Consuelo.
Ese vínculo filiar con su descendencia y la de sus hermanos era igual buscando sus raíces de gente que nunca conoció. De hecho, en el Museo Casa Portela, está en una pared la genealogía de su ascendencia.
Eso lo llevó al lugar de España de donde provino la familia Portela, creo que en La Guardia, cerca de Portugal y según me dijo, se dirigió a un cementerio donde le indicaron que habían tumbas y mausoleos de dos familias distintas de apellido Portela. Le preguntó a una dama que estaba depositando unas flores si sabía dónde estaban enterrada la familia Portela y la señora le indicó, «Aqui. mire esta tumba».
Curiosa y coincidentalmente, la tumba tenía escrito el nombre del fallecido, que era Jose Manuel Portela, el mismo nombre que había heredado de su progenitor y posiblemente de una cadena de sus antecesores. Su sorpresa fue inmensa. Me lo contó sonriéndose, como una broma que le había jugado la vida.
José Manuel Portela Suárez fue una persona demasiado importante para Vega Baja, no solo en el deporte, del que le debemos tanto, sino como estudiante de la historia vegabajeña, de la que nos dejó varios escritos importantes no solo sobre deporte sino también de otros temas, como la historia de la Placita del Inmigrante.
A su edad avanzada y en los últimos tiempos con dificultades de salud, seguía teniendo deseos de seguir trabajando en proyectos para dejar a Vega Baja con unas ideas más claras sobre su acontecer histórico. Fue, en la Escuela de la Historia Vegabajeña uno de los participantes más dedicados y asistente cooperador con aportaciones y trayendo conferenciantes y visitantes importantes que tanta luz nos dieron en nuestra agenda.
Hay que contar la historia de Manel. Ya Robert Rivera ha publicado importantes fotografías de su trayectoria en los últimos años y en nuestras plataformas hay muchos escritos e imágenes de su trayectoria. Lamentablemente, debido a mi enfermedad, no le pude ver en los últimos meses debido al aislamiento que me ordenaron, pero el me llamaba periódicamente para alentarme y darme buenos deseos de recuperación.
Tras su personalidad enérgica, decidida y a veces imponente, había un hombre sensible, amoroso y dedicado que tenemos la obligación de exponerlo como un modelo de vida para nuestro pueblo.

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